La tercera edición del festival Levantando Polvo se convierte en la más abierta y a la vez la más ambiciosa. Construido sin ningún tipo de sustento económico más allá de la venta de entradas, junto a otros festivales de similar perfil, han conseguido perfilar la novísima ola de la música pop chilena.
A finales de 2014 comenzaron a surgir en el circuito más independiente de la capital chilena una serie de nombres de bandas, sellos e incluso medios, que pretendían renovar el panorama del pop independiente chileno, un tanto estancado en sonidos reconocibles derivados del pop electrónico que habían tenido un gran éxito en los años anteriores. Sin pensar mucho, a uno se le vienen a la cabeza Javiera Mena, Astro o Fakuta como representantes del pop chileno de la última década.
Armados con instrumentos del pop-rock tradicional –guitarra, bajo, batería–, estas nuevas bandas apostaron por un retorno a sonidos más orgánicos y con cierta querencia por el indie más canónico y noventero. Así nombres como Niños del Cerro, Patio Solar, Paracaidistas o Dolorio y los Tunantes, se hacían un pequeño nombre entre un nuevo público, muy joven, que comenzaba a tener sus acercamientos al directo y para los que nombres como Gepe le comenzaban a sonar casi tan lejanos como Los Tres o Lucybell.
De todo aquello surgieron iniciativas que agruparon a esas bandas en tocatas y festivales como Pop Subterráneo, Puro Humo, Santiago Popfest, Huracán o Levantando Polvo. Este último, con una constancia a prueba de cualquier imprevisto, llega a su tercera edición en la que ha apostado por una apertura a estilos y artistas con una visión más amplia que en las dos ediciones anteriores.
Así fue Levantando Polvo 2016
Durante el 14 y el 15 de abril se podrá disfrutar de un paseo por sonidos tan diversos como el shoegaze de Columpios al Suelo hasta el rap de perspectiva feminista de Dadalú, pasando por una reinvención de la cantautoría pop de Chini And The Technicians. También habrá espacio para la psicodelia electrónica del peruano Chico Unicornio, pasando por la canción experimental de la argentina Marina Fages (acompañada de Fernando Samalea), el math-rock de Tortuganónima o el indie-pop sentimental de La Última Isla.
Pero si todos estos nombres son de esta nueva ola de la independencia chilena, en esta edición aparecen otros que pueden encajar estilísticamente como los ya veteranos Protistas, padres espirituales de muchas de estas bandas, desde el clásico sello Quemasucabeza o Adrianigual, cuyo viraje desde el pop electrónico más convencional a una mezcla entre trap y reggaeton en los últimos tiempos lo hace difícil de encasillar.
Más de quince nombres desfilarán a lo largo de los dos días en los que además de la música, la experiencia colaborativa se presenta como esencial, pues la organización o los equipos para la misma se construye desde las aportaciones de las propias bandas o de voluntarios y amigos