En su nueva novela el argentino César Aira le da una vuelta de tuerca a la idea de aventura. En la voz de un personaje apagado y rutinario, el autor se lanza a relatar un gran acontecimiento que, como en una novela de misterio, apenas se deja ver y nunca entrega su verdad.
Fiorito, la voz protagónica de la nueva novela de César Aira, es un cincuentón deslucido, sin otro deseo que el de vivir tranquilo. Una esposa ama de casa y el trabajo más rutinario del mundo hacen de trasfondo para que Fiorito aborde el relato de una aventura secreta, la única aventura de su vida.
El acontecimiento central, sin embargo, nunca queda claro, nunca sucede, o no del todo. Por supuesto, no estamos frente a las aventuras literarias del estilo de Alejandro Dumas o Edgar Rice Burroughs. Es una aventura aireana, es decir, un cúmulo de peripecias domésticas, insignificantes, que van siendo talladas a gran escala.
En este caso las andanzas incluyen la conflictiva realización de un crucigrama, viajes nocturnos por el Río de La Plata, la compra de impermeables para la familia, discusiones maritales y una amistad con un chofer que viaja siempre con sus trescientos libros sobre temas climáticos a cuestas. Es decir, un conjunto de eventos que, hilvanados por reflexiones no siempre disparatadas, delinean a un personaje acorralado por la neurosis.
Una aventura es, además, el regreso de Aira tras un larguísimo silencio de dieciséis meses. Suena exagerado aunque no lo es para un autor que desde El bautismo, de 1990, acostumbra a abastecer al mundo de una, dos y hasta tres novedades por año, pero que entre La invención del tren fantasma, de 2015, y el presente solo había publicado reediciones: El cerebro musical, que compila viejos textos hasta entonces inconseguibles, y Sobre el arte contemporáneo, que incluye dos conferencias de 2010 y 2000 respectivamente.
Con esta nueva travesura –o travesía– Aira consigue modelar atmósferas de misterio a partir de un conjunto de naderías y desvíos, la clase de rareza narrativa que solo puede germinar y subir la tensión en ese paraje surreal que es el espacio-tiempo aireano.