El crooner asturiano consolida en su nuevo disco ese lenguaje propio tan proclive a la figura retórica; un discurso que, lejos de moralizar, muraliza. Lo de Pablo Und Destruktion es el negro sobre gris, veteado por la espuma blanca de las olas cantábricas.
La letra de Puro y ligero es una oración pagana, irritada, que habla de la pérdida de la inocencia ante la desgracia, que se caga en todo ante la sinrazón de la pena y lamenta los accesos de inacción que, por vía de la rabia, conducen al ser humano al arrepentimiento.
Salario social habla de la gabela anímica que conlleva sostener la mirada a la fuente del miedo, para rehuir luego ulteriores encuentros y abrazar la vida ermitaña. El enemigo está dentro se ríe amargamente de los demonios que viven en las entrañas, y evoca la alargada sombra del ángel exterminador.
¿Quién demonios se mete en tantos jardines? ¿De dónde viene la furia, la angustia, el resabio? Pablo no confiesa; al menos, no lo hace bajo amenazas. Pablo habla y divaga sobre colchones musicales inquietantes, canta y grita cuando se lo exige el dolor de estómago que alimenta sus versos.
Pablo el asturiano, dandi de ultratumba, cincela su oda al Amor entre compases épicos e interludios reflexivos, de los que marcan huellas en la arena mojada. Le ayudan las guitarras nerviosas, esos teclados que llegan y llenan allá donde no pueden adentrarse otros instrumentos, violines titilantes encargados de tonificar espacios átonos por naturaleza.
Todo ese despliegue de recursos eclosiona de un modo especial en el mejor tema del disco, A la mar fui por naranjas, con tres minutos instrumentales de aperitivo y una historia breve de aldea marina que ayuda a navegar por las aguas bravías.
El cierre, Herejes, comienza y termina con una melodía silbada, envoltorio de otra historia hermosa y maldita sobre el amor y la temeridad. Hay artista para rato.