Tras un lustro de silencio discográfico, Café Tacuba regresa con un nuevo álbum, el primero que producen desde la independencia total, sin multinacional detrás. Un disco que resulta diverso y que no niega la aventura que al cuarteto mexicano le representa el hacer música.
La primera impresión que surge tras escuchar Jei beibi es que estamos ante un álbum que derrocha diversidad, y que si quizás no resulta tan desbordante en número de canciones como el hoy encumbrado Re, hay en esa idea de mostrar las múltiples facetas en la composición de Café Tacuba mucho del espíritu que estuvo detrás de aquel gran álbum de 1994. El caso es que sus trece canciones despliegan una amplia gama de ritmos, sonoridades, temáticas y tratamientos, que si bien refrendan el inconfundible sello del cuarteto mexicano, de la misma manera nos permiten reconocer nuevos ángulos y refrescantes hallazgos.
Algunos de los temas del disco los escuchamos de antemano, cuando se dieron a conocer como sencillos. Primero fue Un par de lugares –que finalmente no entró en el álbum–, una canción que evocaba su impronta más reconocible. Después Futuro nos sacudió por su inusitada y revolvente incursión en la cumbia, sin duda uno de los mayores atrevimientos recientes del grupo. Disolviéndonos, una de las mejores canciones de esta racha de producción, refrendó su imaginación musical y sus incuestionables capacidades instrumentales para materializarla. Y, finalmente, Que no mostró el lado más sentimental y reposado de su nueva cosecha. Pero eso era apenas el comienzo de todo.
La llegada definitiva de Jei beibi trajo consigo otra serie de revelaciones que en su totalidad complementan un disco en el que cada canción resulta una aventura por sí misma, y en el que la unidad, para bien, ha sido la menor preocupación del grupo. 1-2-3, la canción que lo abre, es un inteligente acercamiento al asunto de los cuarenta y tres desaparecidos de Ayotzinapa, elaborada con espíritu lúdico y distante del recurrente panfleto político. Un gran acierto sin duda.
Matando resulta una introspección de índole filosófico que aborda el ángulo más dramático y literario del álbum, mientras que Automático, distante de todas las demás, evidencia la influencia de la electrónica creada para musicalizar videojuegos. Enamorada se ancla en la tradición más mexicana por lo romántico y la querencia que Café Tacuba ha mostrado desde siempre por el bolero; El mundo en que nací es el testimonio íntimo y amoroso de Meme ante el nacimiento de su hijo; y Celebración, uno de los temas más festivos del álbum, establece un punto de contacto con Re, en esa idea de incorporar acentos de la música tradicional de su país, en este caso una banda mixe de niños oaxaqueños.
En definitiva, se trata de un álbum que vuelve a dejarnos frente a esos cuatro (o más) caminos en los que Café Tacuba se ramifica buscando dar continuidad a su obra, en pos de reinventarse y mostrar las incontables posibilidades por las que puede llevarnos su siempre renovable imaginación.