La agrupación mexicana Carmen Costa hace uso de sus recursos más peculiares para incluirlos en Rolo, su tercer material de estudio, en el que la irreverencia y el desenfado imperan en todos y cada uno de sus temas.
Carmen Costa es una banda que recorre el camino de la independencia desde hace más de diez años cuando su líder, el argentino Manú Charritton, puso en marcha el proyecto en Ciudad de México. Desde entonces, a pesar de las dificultades propias del oficio, se ha mantenido en el gusto de un público internacional: con dos LPs, un EP y varios sencillos y colaboraciones, ha visitado Brasil, Colombia, Francia y España, además de presentarse en importantes festivales mexicanos como Vive Latino y Marvin.
Así llegó su tercer álbum de estudio, Rolo, que contó con la producción de AJ Dávila y la grabación de Daniel Michel en el estudio Mambo Negro, reafirmando una vez más la anarquía artística con la que la banda ha manejado su música desde sus comienzos en la escena.
Carmen Costa se ha caracterizado por innovar en cada una de sus producciones y en este caso no fue la excepción. El cuarteto entrega un álbum osado que no conoce las inhibiciones y aunque su sonido se reinventa, la esencia que le define permanece intacta.
En su sonido pueden rescatarse elementos del punk y del rock en diversas modalidades, además de marcados tintes electrónicos; sus letras se presentan brutalmente honestas, sin adornos, tal cual es la vida misma, lo que se agradece infinitamente y permite simpatizar fácilmente con las canciones.
La era de Rolo se puso en marcha el pasado mes de marzo con el tema Bob Dylan, en donde parece realizarse una metáfora sobre el comportamiento del compositor ante la entrega del Premio Nobel, equiparándose con alguna situación personal. Después llegó una interesante colaboración con María Daniela en Cabrón, que retumba bajo un beat de rock alternativo, y recientemente se presentó Sudor (tema que bautiza su gira por España) que de igual manera se basa en la cotidianidad de la existencia desde un enfoque divertido y para nada rebuscado.
Así, Carmen Costa entrega un rock puro que mantiene viva la llama de su esencia; un rock camaleónico –como lo describen sus integrantes–, que suena libre de prejuicios y da un muy buen resultado.