Si usted conociese a alguien como Martín, protagonista de Las islas vertebradas, de Juan Manuel Gil, sentiría lástima. Sin embargo, quién es realmente Martín o de qué Martín debería compadecerse es algo que no descubrirá hasta el final de la novela.
Las islas vertebradas es un conjunto de disyuntivas entre lo real y lo onírico, la mezquindad y la bondad, la víctima y el verdugo. Disyuntivas que se enfrentan constantemente y que conducen a los personajes de la isla a una nueva dimensión vital más primaria en la que los secretos, sus secretos, se muestran y entrelazan.
Los saltos en el tiempo, las ensoñaciones durante la vigilia y un alter ego componen la inquietante historia de Martín. Un hombre que tras una serie de infortunios decide huir a una isla para recuperarse de una enfermedad y dar respuesta a los secretos de un lugar remoto que se cobija tras el hedor de algas putrefactas. A su llegada, comienzan a producirse extraños robos y la infranqueable comunidad de vecinos empieza a tambalearse.
Martín es un personaje que crea en el lector la más terrible animadversión pero que al mismo tiempo le hará viajar, vivir, sentir y soñar hasta que se identifique con todos los pedazos que le componen.
Ecléctico podría ser el adjetivo que defina al escritor Juan Manuel Gil (Almería, 1979). Los poemas de su primera etapa, Guía inútil de un naufragio (2004), dieron paso a una novela trepidante: Inopia (2008), que le consolidó como escritor referente en su tierra. Mi padre y yo. Un western (2012) fue su siguiente trabajo, una historia más íntima y con tintes autobiográficos. Fue premio Andalucía Joven de Poesía y ha colaborado con diversos medios de comunicación con artículos y columnas de opinión, los cuales han sido recopilados en un libro bajo el título de Hipstamatic (2014).
