Fundador de O Rappa, una de las bandas más importantes de los años 90 en Brasil, Marcelo Yuka cierra un período de doce años sin novedades discográficas con un álbum que es una reacción a los tiempos oscuros y conservadores que viven su país y el mundo.
Se puede decir mucho acerca de Marcelo Yuka: que es uno de los compositores más importantes de la generación de los 90 en Brasil, que es un defensor a ultranza de la inclusión social y la accesibilidad para las personas en sillas de ruedas, que aportó conceptos innovadores en arreglos que mezclan detalles acústicos y electrónicos, que es un poeta furioso con las injusticias…
Lo que se suma ahora es el verlo como un hombre que puede mirar la vida más allá del odio. Ese sentimiento fue predominante en él durante muchos de los años que siguieron a los disparos que le privaron del uso de sus piernas en el año 2000. Mejor dicho, el sentimiento ya estaba muy presente cuando Yuka todavía estaba en O Rappa, banda que fundó y que tuvo su pico de popularidad y relevancia a los finales del siglo pasado.
Después de abandonar el grupo con los correspondientes conflictos con los demás integrantes, lanzó en 2005 un álbum como miembro de la banda F.Ur.T.O, una obra con tanta carga de rabia que casi no permitía escuchar la música.
Ahora, Canções para depois do ódio cierra un largo ayuno musical y trae muchas cosas que no se sentían antes en su música, sobre todo optimismo y claridad. Así, su capacidad creativa sigue intocable, con el samba, el samba rock y el rap como propulsores de temas en su mayor parte downtempo y llenos de detalles que se escuchan con toda su belleza usando auriculares.
Yuca es el ingeniero y arreglador de toda la idea musical pero también hay lugar para muchos invitados, especialmente en las voces. El cantante Bukassa Kabengele es el más frecuente y está presente en diez de los dieciséis temas del disco. Pero también participan el rapper Black Alien (ex Planet Hemp y también solista), las cariocas Vicky Lucato y Barbara Mendes, y los «internacionales» Seu Jorge (en la excelente Cortejo milenar) y Céu (susurrando en la veloz Por pouco).
Cada uno de los invitados prestan su personalidad y dan nuevos colores a los temas, lo que ayuda para que el álbum no fatigue en ningún momento al oyente a pesar de su duración de casi setenta minutos.
Canções para depois do ódio es un trabajo de reacción ante la ola neoconservadora del mundo pero también de reafirmación de un nombre imprescindible de la música brasileña contemporánea. Tal vez se eche en falta más sentido pop –con la excepción de Cidade do amparo, Myto y Movimento da massa–, pero todo en la vida no tiene porque ser de asimilación inmediata. Y mucho más en una obra que no perderá vigencia con el paso del tiempo.
