Editado por Criatura Editora, ¿A quién quiero engañar?, el nuevo libro del uruguayo Dani Umpi, reúne doce cuentos sobre los periplos de distintos personajes para relacionarse con sus parejas y consigo mismos.
Los libros de Dani Umpi son como casas. Algunos son grandes mansiones, otros minúsculos monoambientes, pero hay una constante en todos sus domicilios: las puertas siempre están abiertas. La familiaridad de su escritura puede hipnotizar, dejarnos embobados oliendo desde la calle cómo se cocina la cena, hasta que alguna voz desde adentro grita: «Entrá, ponete cómodo». Así, ¿A quién quiero engañar?, su último libro –que reúne doce cuentos–, es una constante invitación a sentarse, ponerse cómodo y seguir leyendo.
Si los libros de Umpi son como casas, leer a Umpi es como escuchar a un amigo contar algo. Las voces de los personajes de ¿A quién quiero engañar? están trabajadas con una verosimilitud microscópica, son tan frescas y creíbles que es posible hasta imaginarles un timbre de voz. Sin embargo, a pesar de sus diferencias, todas tienen algo en común: son amables, cotidianas, y tienen la facultad de inspirar la suficiente confianza como para encomendarse a ellas.
Las voces hablan, nos sumergen en los estanques de su intimidad y, desde ahí, radiografían distintos grados de soledad, distintas etapas de relaciones de pareja, chispazos de desencuentros deformes y epifánicos. Las voces siguen hablando, y de a poco sus alientos envuelven la lectura en un vapor espeso, una niebla de drogas tan amable que hace que aceptemos con total naturalidad las cosas que se cuentan: por ejemplo, que dos estudiantes chilenas secuestran a un perro chino con olor a conchita transpirada, que un chico empieza a ver auras compulsivamente, que una pareja incursiona en el negocio de filmarse teniendo sexo para voyeristas europeos y empieza a facturar euros a lo loco, que una chica tiene un crush con un modelo albino porque masca chicle como los dioses, que un chico está muy empecinado en disfrazarse de porro para un evento de una radio comunitaria.
Todo esto –y varias cosas más– narran las voces de ¿A quién quiero engañar?, mientras las páginas pasan volando y ningún extrañamiento hace incómoda la lectura. Al final; se cierra el libro, salimos de la casa y nos vamos sonrientes, pensando en cuánto queremos a ese amigo casi psicópata al que le gusta engañarnos, que nos cuenta cosas locas –a veces casi enfermas– de una manera tan encantadora que elegimos creerle y extrañarlo hasta la próxima visita.