Producido por el mexicano Neto García (Julieta Venegas, Natalia Lafourcade), el nuevo disco de la argentina Mariana Päraway es la sintonía de su folclore privado aplicada a los tiempos que corren. Un universo poderoso y sensual concentrado en siete canciones.
Pop de mi mundo. La frase, pronunciada por Mariana Päraway en una entrevista con el diario Página 12, es tan útil como misteriosa. Útil porque revela un método: la sintonía de su folclore privado aplicada a los tiempos que corren. Misteriosa porque, a pesar de las especulaciones, nadie sabe exactamente qué hay en el corazón de esta amazona mendocina.
Concentrado en una cáscara de nuez, su universo está poblado por sonoridades analógicas y digitales. Arpa paraguaya y programaciones; Rhodes, cuatro venezolano y sintetizadores; vientos y guitarra eléctrica. Las voces no son un timbre más. Cada colaboración es un chispazo de sentido que arma, sobre el mapa de Latinoamérica, una alternativa personal: su compatriota Loli Molina (Verne y el faro), Andrea Echeverri, de Aterciopelados, y Tomás Ferrero (Valeriana), los Faauna (La belleza del error), la mexicana Ruzzi (en la invocación de Violeta Parra de las Décimas para los puertos), Violeta Castillo (Carnada).
Grabado entre Ciudad de México y Buenos Aires bajo la producción de Neto García (Julieta Venegas, Natalia Lafourcade), el disco tiene solo siete canciones. Sin embargo, a pesar de –o quizás justamente por– su brevedad, La flecha apunta lejos. En la distancia que se abre entre sus primeras grabaciones y estos veinticuatro minutos de música, Mariana Päraway cultivó la fortaleza que emite desde la portada. La muchacha, todo parece indicar, siempre estuvo lista para la epopeya. «Quiero mover las montañas –canta en Fitzcarralda–: no es un secreto».