Edgardo Caprano, un hombre saturado de alienación y rutina, emprende una epopeya desquiciada, furiosa y explosiva para escapar de su infierno citadino en Egotrip, la flamante novela del argentino Germán Maggiori.
Trenes rebalsados de cuerpos olorosos, oficinas de trabajo deprimentes, infidelidades de pareja, peleas por regímenes de visita, suicidas inoportunos que atrasan los horarios del transporte público: estos son algunos de los elementos que construyen la ciudad de Egotrip, la Buenos Aires bestial por la que Edgardo Caprano debe desplazarse y sobrevivir.
Caprano pertenece a una clase –la clase media– especializada en atajar los latigazos de la rutina. Los golpes son duros y constantes, y el látigo no para hasta reducir a las personas como Caprano al estatuto de animalito inofensivo y doméstico, de máquina biológica dispuesta a rendir una obediencia ciega al orden que la retiene.
Pero es en la fricción de las rutinas, en el cruce de las cuerdas que tensan la telaraña urbana, que las bestias se tocan y se acechan. En la ciudad de Egotrip, los otros son un riesgo que amenaza con desestabilizar las obligaciones automáticas propias: aquellas que parecen darle un sentido –aunque sea mínimo– a la vida.
Es entonces, cuando los cuerpos se friccionan y se afectan entre sí y cuando el aceite de los engranajes se reseca, que la conciencia se despierta. Así, el odio que Caprano incuba hace tiempo –el odio hacia los otros, el odio hacia sí mismo– abre sus primeros brotes, busca la poca luz que le llega de entre la cúpula de edificios, se expande, rompe a Caprano, lo vuelca afuera.
Con prosa furiosa y explosiva, Germán Maggiori narra la destrucción de un tipo que está harto de obedecer y decide sumergirse en lo profundo de un viaje por su ego. Egotrip es la historia de un colapso, de la fuga de una ciudad, de un recorrido caótico que alterna a un hombre mediocre entre ser un perseguido y un perseguidor.