Infalible en su ideario indie-pop de verbo heterodoxo, este trío madrileño escapa del pelotón general gracias a una propuesta que sigue resultando tan fresca como el primer día. Como unos Camper Van Beethoven españoles, no tienen rival en su terreno.
Desde luego, lo de este trío madrileño no es una fórmula fácilmente limitable a las vertientes globalizadas de hoy en día. Como si hubieran inventado una suerte de pop fronterizo autóctono, grupos como Tigres Leones –o Pacífico– son de los que cuentan con la rara habilidad de irradiar disparos de pop certero al mismo tiempo que dejan la cara cruzada con una sonrisa torcida.
Proveniente de la escuela de Grande-Marlaska y contemporáneos del humor poperizado de Antonna y todas las ramificaciones de la familia madrileña nacida de Los Punsetes, la fuente de abastecimiento de las canciones de El año de la victoria nace de esas referencias espirituales, derivando en un pop lo-fi de rápida infección epidérmica.
Sólo así pueden brotar dosis con la intensidad emotiva de Domingo o los guiños post-punk de El mejor amigo del hombre. Y así todo el recorrido: media hora ideal para liberar las toxinas del día a día mientras se pasea por las calles de la gran urbe. Es que lo suyo pertenece a esa realidad alternativa de cómo hubiese sonado la Movida Madrileña original de no haber partido de una clase frívola y distante con el mundo que le rodeaba.
Dicha línea dimensional ya fue abierta en su momento por Los Claveles, y ahora Tigres Leones se dedica a nutrirla de nuevos parajes no exentos de imágenes paridas bajo un background eminentemente ochentero.
Como broche final, ahí reluce esa memorable alusión en la portada a Los del Río. Que cada uno saque sus propias conclusiones…