La escritora cartagenera Margarita García Robayo publica Tiempo muerto, una novela breve, agria y brutalmente contemporánea que muestra la complejidad de las relaciones de pareja a partir del desamor.
Tiempo muerto, tercera novela de Margarita García Robayo –escritora colombiana residente en Buenos Aires–, cuenta la historia del matrimonio de Lucía y Pablo o, más bien, del resquebrajamiento de este matrimonio de latinos relativamente jóvenes que residen en Estados Unidos con sus dos hijos y que llevan juntos más tiempo del que deberían.
De imprevisto, Pablo sufre una enfermedad coronaria que será el disparador de su separación. Lucía se lleva a los niños a un hotel en Miami y Pablo se queda con su tía Lety, que hace de enfermera en la casa de la familia en New Haven. La narración se centra en esos días post separación y volverá como flashback a los años pasados, cuando la tormenta se veía de lejos.
«Lo verdaderamente raro es mirar al otro y preguntarse quién es, qué hace ahí, en qué momento le cambiaron tanto los rasgos de la cara», escribe García Robayo. Y la última pregunta queda resonando en el aire como si fuera el eco dentro de una cueva. ¿En qué momento? ¿En qué momento Lucía y Pablo se habían excedido de su tiempo? Porque eso está claro, hay relaciones que llevan fecha de caducidad y lo suyo estaba caducado, era leche cortada. «Nadie sabe cuándo se formó el espolón de algas frente al mar», dirá la autora. Y parece responder la pregunta: nadie sabe.
Escrita en tercera persona, el narrador omnisciente no toma partido por uno o por otro protagonista, tampoco los exonera, es como si quisiera quitarse del medio, mostrar la complejidad de las relaciones, la ambigüedad de los personajes y que el lector saque sus conclusiones. Lucía y Pablo dejaron que su relación se fuera desgastando y pasado el tiempo de gracia creció entre ellos un vacío que se alimentaba de silencios, de violencia contenida.
Lo raro no son las infidelidades, lo raro es cómo siguieron. «Lo miré de pronto sin reconocerlo, sin amor, en su soledad inabordable», escribe Marguerite Duras en La vida tranquila y perfectamente podría escribirlo García Robayo mientras Lucía ve a Pablo en bata por Skype desde un estado lejano. Esa distancia física que se hace palpable cuando se comunican a través de la laptop de Lucía ya existía cuando convivían, solo que ellos no la veían, o no la querían ver.
Si bien la novela trata sobre el desamor, el fracaso latente del amor, la angustia que genera que se haya consumido, también es cierto que toca otros temas con igual fuerza: la paternidad y la maternidad (en especial el rol que cumple la madre hoy), el peso de los hijos en la pareja (como pregunta Tomás: «¿Mamá, nuestra galaxia se come otras galaxias?»), la patria lejana, la identidad y, sobre todo, el tiempo que se va. Al final, la vida es una batalla contra el tiempo, una batalla que nunca vamos a ganar, parece reflexionar García Robayo.
Tiempo muerto se siente tan cruda como actual. Cuando García Robayo escribe da la sensación de que todo está en su lugar. Con esa prosa precisa logra que la novela se lea rápido y se disfrute lento.
Margarita García Robayo (Cartagena, 1980) es autora de dos novelas Hasta que pase un huracán (Tamarisco, 2012) y Lo que no aprendí (Malpaso, 2013), así como del volumen de cuentos Cosas peores (Alfaguara, 2014), galardonado con el prestigioso Premio Literario Casa de las Américas.