El baterista y bandoneonista argentino Fernando Samalea estrena la continuación de su novela autobiográfica iniciada con Qué es un Long Play. Ahora toca el segundo volumen con las andadas hacia mediados de los 90 y 00 a ambos lados del Atlántico, donde se cruzan referentes disímiles como Gustavo Cerati, Charly García, Pájaro Canzani, Joaquín Sabina y artistas de la escena independiente.
Qué: Libro (edita Sudamericana)
En Argentina Fernando Samalea quizá sea más conocido por las mayorías como el gran baterista de las bandas de Charly García y Gustavo Cerati. Sin embargo, es un camaleón que atraviesa escenas de estéticas musicales bien diferentes como el tango, el indie rock y una pléyade de fusiones inusitadas. Basta con tomar sus discos-libros donde manda el bandoneón y alguna historia que vertebra fantasías y travesías, o escucharlo junto al Sexteto Irreal, el quinteto que integra junto a Christian Basso, Axel Krygier, Manu Schaller y Alejandro Terán. En Europa podrán escucharlo esta temporada tras los parches con Benjamin Biolay.
Mientras otros duermen (una larga vigilia en el rock) sucede al agotado Qué es un long play (una larga vida en el rock), donde se despachó por el peregrinaje con Charly García y Los Enfermeros, la escena subterránea argentina de los 80 y los toques con Illya Kuryaki & The Valderramas. Al igual que en el primero, los detalles no solo atraerán a fanáticos de los artistas a los que alude en su derrotero: hay un summum de historias y memorabilia para paladear en cada esquina, en la Madrid que promedia los 90, Buenos Aires hacia finales del milenio y puntazos por metrópolis y pueblos a ambos lados del Atlántico en el nuevo siglo.
¿Quieren nombres? Ahí están las anécdotas de las giras con Gustavo Cerati circa Ahí vamos y Fuerza natural; el período esquizodélico de Charly García hacia el postergado álbum Kill Gil; Sabina en el tiempo de 19 días y 500 noches; las estancias en París junto al músico uruguayo Carlos Pájaro Canzani; y los reencuentros en Bélgica o Buenos Aires con Daniel Melingo. Una narración con pericia que hace mirar las ciudades hacia arriba, desde la planta alta en adelante, y apreciar los detalles con el tiempo rendido a nuestros pies. Las referencias geográficas y arquitectónicas son dignas de un nerd.
Además, hay lugar para apuntes con menos resonancia mediática y más riesgo escénico: las aventuras con las bandas Rosal en su despegue; su participación en el proyecto seminal de Lucas Martí A Tirador Láser; los toques con las chicas de No Lo Soporto; la hermandad creativa ceñida con Fernando Kabusacki a dúo o con Los Gauchos Alemanes y Electric Gauchos. Y un sinfín de colaboraciones que van desde La Demanda (grupo de Tito Verenzuela, ex Bersuit) a Calle 13, para la grabación del incendiario Calma pueblo, y contribuciones con Minino Garay y Tambores del Sur.
En las páginas de Mientras otros duermen no solo hay marcas sonoras, ritmos y secretos develados que van desplegándose a lo largo de más de quinientas páginas, sino también la voz de un narrador testigo generoso en situar escenas y una visión del mundo. Ahí están sus encuentros con la astróloga Ludovica Squirru y Alejandro Jodorowsky (a quien conoció por una entrevista de ZdeO), las sesiones con el músico de Pharoah Sanders Nirankar Singh Khalsa, la literatura europea y americana, sus visitas a la porteña Villa 31 y la admiración por el Padre Mugica. «La verdadera libertad no se adquiere, es el resultado de la inteligencia», cita a Krishnamurti en un pasaje y es, en definitiva, el afán que también navega estas páginas. Una percepción que continuará develando en una anunciada próxima entrega.