Lo de Tripulante y Crucero ya comienza a ser algo serio. Entiende la materia pop desde un prisma abierto a indagar entre tierras lejanas, mecidas bajo una medida del tiempo totalmente opuesta al nuestro. No hay más que escuchar Meseta y selva para comprobarlo.
Qué: Disco (Mont Ventoux)
Hay grupos que definitivamente han nacido para desplegar un mapa delante del oyente y llevarlo de crucero hacia las islas menos frecuentadas de la geografía pop. Así sucede con Tripulante y Crucero que, por medio de Meseta selva, se ha sumergido hasta los confines de las tierras tropicales y el palpitar de la música del Oeste de África.
La banda madrileña, concentrada siempre en extraer rayos de luz en melodías de esplendoroso fulgor, ha afinado todavía más su puntería en este nuevo trabajo. No hay más que dejarse llevar por ese frugal afro-pop al que ha titulado Amanecer, una flor de estos colores es una fabulosa rara avis, como el resto de hermanas que danzan entre los surcos de este álbum.
En definitiva, se trata de un disco donde la imagen del verano en la playa es un ecosistema nacido de un contraste fabuloso, con la naturaleza recreada entre canciones hechas con las ventanas abiertas y los prismáticos enfocando hacia latitudes donde los sonidos nacen de la tierra, el aire y el mar. Pura evasión concentrada en una forma de ver lo que nos rodea bajo una panorámica maravillosamente recreada por la mirada exótica de Javier Peña y Ernesto Vena.