La puesta de largo de la madrileña Sandra Bernardo funde continentes por las orillas del Mediterráneo y el trópico. Un crucero ideal para la evasión a fuego lento, borracha de sensualidad.
Qué: Disco (El Volcán)
Si hay algo que llama la atención en el álbum de debut de Sandra Bernardo es la naturalidad con la que ha absorbido la influencia del Manu Chao de Clandestino y, al mismo tiempo, ser capaz de integrar detalles como los teclados de sci-fi nipona de los ochenta que abren La vida se va.
Esta clase de minuciosidad es la misma con la que han sido articuladas cada una de las doce canciones que conforman este zumo de trago largo. Música donde trópico y Mediterráneo pasean por la misma vera, la que hace florecer sensaciones tan embriagadoras como las que anidan en Fruta o Me quedo con mi amor. Estos no son más que dos de los ejemplos que refuerzan la impresión de estar ante una artista que ha sabido condensar estructuras de gran complejidad en sencillez pura.
Entre ella y Marco Bayón, se han preocupado por ofrecer un tapizado de candor ajeno a la fugacidad de muchas otras propuestas de este palo. Por supuesto, solo algo así es posible si la materia prima contiene la savia necesaria para escapar de la mediocridad, y a buena fe que las composiciones de Sandra portan ese líquido mágico. El mismo que hará de tus oídos una selva afrutada de sonidos al amanecer. En definitiva: para escucharlo y beberlo.
