Aunque México es un gran «manufacturero» de rock, pocas veces había sido testigo del surgimiento de un shoegaze tan prometedor como el que propone la banda tijuanense Mint Field, que se abre paso en la escena internacional con su flamante Pasar de las luces.
Qué: Disco (Innovative Leisure)
La escena musical independiente en México se renueva a diario, lo que es perfecto para las eclécticas y cada vez mayores exigencias de un público ávido de nuevos sonidos que musicalicen sus vidas. El papel del músico alternativo es compartir su talento creativo con periodicidad para atrapar al público y no perderse entre el inmenso universo sonoro que se despliega ante la audiencia.
Para eso, la originalidad es primordial y aunque la oferta es generosa, no todas las burbujas de la efervescencia sonora cuentan con la indescriptible magia que solo algunos poseen. Mint Field es una de esas agrupaciones. Llega, pone su alma en una grabación y de pronto está en oídos de todo el mundo.
El dúo tijuanense, conformado por Estrella Sánchez y Amor Amezcua, extrae la rica carga cultural que las conforma y que se conjuga gracias a su esencia mexicana y a la proximidad con Estados Unidos. Siempre ha sido así, Tijuana ha representado una influencia importante dentro del rock en México y evidentemente lo sigue siendo.
El «campo de mentas» entró en la escena en 2015 con Primeras salidas, un EP autoproducido en el que ya era perceptible la inminente explosión que se daría en un futuro y que ahora se ha convertido en presente. Desde entonces llamó la atención de un expectante público internacional y antes de que llegara oficialmente su primer LP, Estrella y amor, la banda ya había sido parte de un Coachella y un SXSW.
Así, Pasar de las luces arribó oficialmente solo para empoderar y reafirmar lo que muchos habían visto en vivo: un desbordante talento que emergía de chicas que ni siquiera alcanzaban los veinticinco años y que ya se relacionaban íntimamente con el shoegaze y el noise pop, y no solo como amantes del género, sino como extraordinarias representantes contemporáneas.
Su flamante larga duración, estructurado en trece composiciones etéreas, conduce a su receptor por un mundo de ensoñación que hipnotiza con sus temas –instrumentales en su mayoría–, que por momentos son intervenidos por la melódica y a veces lúgubre voz de Estrella. De esta manera, a través de los pasajes sonoros expuestos, se genera una grata experiencia casi onírica, perfecta para digerirse en la tranquilidad de la noche o en un nostálgico atardecer. Halos de emotividad y melancolía que demuestran que el rock sigue vivo y que la esperanza para que el género prevalezca se encuentra en la inherencia de bandas como Mint Field.