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viernes 22 de noviembre de 2024

Aztlán

Zoé

El popular grupo mexicano retorna al disco con un nuevo puñado de canciones que da continuidad al sonido que le ha llevado a consagrarse como uno de las nombres más importantes del rock contemporáneo de su país. Llega Aztlán, de Zoé, para alegría de su gran legión de fans.

Qué: Disco (Universal)

A primera impresión, Aztlán, el título del nuevo álbum de Zoé –que alude al sitio mítico imaginado por los aztecas, que se cree refiere a la propia Tenochtitlán, la gran urbe de dicho grupo étnico–, lleva a pensar que estamos ante un disco como Moctezuma, de Porter. Es decir, un álbum conceptual que indaga a través de sus letras en el pasado milenario de México y sus culturas prehispánicas, pero poco hay de eso. Se trata más bien de un álbum que, más allá de la canción que le da nombre, apela a la querencia que el quinteto mexicano tiene por las emociones que gravitan alrededor del amor.

En ese sentido, Aztlán parece no aportar demasiada novedad a uno de los discursos más rentables del rock mexicano actual, manteniéndose en una zona de confort que poco parece tener que ver con la intrepidez que supuestamente distingue a dicho género musical. Eso es algo que se confirma al escuchar las primeras canciones, las que apelan al sello característico del sonido del grupo que tiene la voz de León Larregui como sello distintivo. Así sucede con Venus y Azul, con eficaces ganchos melódicos del sonido característico de Zoé, algo ideal para una legión de seguidores que quiere más de la personalidad musical que les ha seducido desde hace ya un par de décadas. Pero algo distinto sucede con No hay mal que dure, que con su aire retro incorpora algunos acentos de synth-pop.

De todas formas, lo más refrescante de Aztlan comienza a medida que uno se adentra en el álbum. Es allí donde Zoé se sacude de su reconocida fórmula sin perder su identidad. Nadie dudará que Al final es una balada que corearán muy pronto los asistentes a sus directos, ya que tiene desde sus primeros acordes el magnetismo de esos versos que anidan en la memoria: «Todo cobra sentido / Cuando se acerca el final / Hicimos todos los mismo / Con una fuerza brutal». Su instrumentación no escatima en recursos y tiene cada cosa en su lugar, yendo de lo austero a lo sofisticado sin perder el rumbo, aún pese a algún resbalón de una letra con muy buen estribillo. ¿Uno de los grandes aciertos del álbum?

Es Aztlán, la canción, la que rompe temáticamente con la mayoría de las que conforman el disco; la que paradójicamente cae en la coyuntura electoral de México, y que resulta una especie de invitación a purgar los males de una sociedad que pasa por un pésimo momento histórico, castigada por la irresoluble corrupción que la tiene secuestrada desde hace décadas, y ahora aunada al gran problema de la violencia que salpica sus diarios de manera cotidiana. Allí, Larregui se pregunta: «Aztlán, ¿dónde quedó tu gloria?». Y, más adelante, propone: «Saquemos de raíz, todo lo podrido / Despierta de tu gran letargo / Cortemos nuestros males de hacer sentirnos menos / Quinientos años han pasado». Sin duda el tema que vincula al grupo con su tierra y su contexto actual.

Finalmente, Ella es magia ofrece a Zoé sonando un tanto distante de su patente, dando lugar a un juego instrumental que destaca en el panorama general del álbum. Una canción vigorosa y divertida que describe con lenguaje coloquial a una mujer que atrapa la atención de quien reflexiona sobre el peculiar voltaje de su personalidad. Y queda Clarividad, el tema que cierra el álbum, bien downtempo y que cobra dramatismo en sus primeros segundos y consigue mantener su tensión a lo largo de sus cinco minutos de duración.

Zoé Aztlán

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