Se reedita en versión ampliada El rey siempre está por encima del pueblo, de Daniel Alarcón –escritor nacido en Perú y criado en Estados Unidos– que narra con precisión la vida en el límite. Un libro de cuentos tan crudo como entrañable.
Qué: Libro (edita Alfaguara)
Tras el éxito obtenido con su primera novela, Radio ciudad perdida, Daniel Alarcón sorprendió a todos cuando en 2011 publicó el libro de cuentos El rey siempre está por encima del pueblo, una rara avis dentro del género. Quizá la rareza provenga del propio escritor, que cruza en su libro la violenta realidad peruana con la locura del sueño norteamericano –¿en qué momento se jodió Estados Unidos?–, la insolencia sudamericana con el modelo literario yanqui.
De hecho, los cuentos que forman esta antología habían sido publicados previamente en inglés en prestigiosas revistas norteamericanas. Allí reside gran parte de la potencia del libro que ahora reedita Alfaguara en una versión ampliada (con cuatro cuentos inéditos): su diversidad.
Pero eso no quiere decir que los ahora trece cuentos no tengan un hilo conector. Ese hilo invisible existe en la afrenta al autoritarismo, en la violenta lucha contra el poder de turno (padre, gobierno, el que sea, el que venga) que empuja a la marginalidad, la gran tragedia actual.
Ahí están el nene que es obligado por su padre a cuidar de un ciego embustero y perverso (República y Grau), la paternidad que tira para atrás (El rey siempre está por encima del pueblo), el actor que deambula para escapar a la tierra prometida (El presidente idiota) y el matrimonio de ciegos que trabajan en una agencia de traducción y mueren por la destrucción de un puente (en el genial El puente), por destacar algunos.
Alarcón narra con precisión la vida en el borde. Lo hace en un tono coloquial, pero evita los lugares comunes; describe una realidad y se percibe la melancolía por un destino errado. Hay en su prosa la atracción de los grandes escritores latinoamericanos, García Márquez y Cortázar, claro, pero también Ribeyro y Onetti (sino lean Los miles). Eso sí, con una salvedad: Alarcón es puro presente.
