Sofía Viola se destaca una vez más con canciones que combinan ritmos folclóricos andinos con jazz, tango, cumbia, salsa y rock. En La huella del cemento, la voz de la cantautora argentina se engrandece para escribir una página más que interesante de la música popular latinoamericana actual.
Qué: Disco (Los Años Luz)
En los últimos tiempos, donde el rock comienza a estar bajo la lupa, la música latinoamericana atravesó una necesaria renovación. Sofía Viola (1989, oriunda de Lanús, Buenos Aires, hija de un gran trompetista) se convirtió en una de las principales exponentes de esa nueva vertiente. Así, supo combinar ritmos tradicionales con un tamiz rockero y moderno. Y ahora, en su cuarto disco, La huella en el cemento, esto se reafirma. Producido por Ezequiel Borra y masterizado por Andrés Mayo, expone su talento vocal y curiosidad a la hora de reinterpretar géneros y estilos.
El tema que abre y da nombre al disco combina arreglos de teclas, vientos propios del jazz con su inconfundible voz, melodramática e impregnada de la tradición de cantautoras latinoamericanas terruñas y desgarradas (Lila Downs, Liliana Herrero, Natalia Lafourcade, Charo Bogarin…). Además, se luce por primera vez en disco su banda Combo Ají, que la acompaña en vivo y está conformada por Nicolás Echeverría, Juan Emilio Telechea, Leonardo Zumbo, Horacio «Pollo» Viola y el propio Borra.
Sofía entremezcla géneros que oscilan entre la música rioplatense, la música negra, la cumbia, el tango o el folclore. Invita a bailar hasta que el sol se apague en Pitanga, una cumbia andina trash con redoblante, güiro y cencerro, o en Vea vea, un homenaje a la música cubana y a la salsa. En Stracqualursi su voz se quiebra, remite al flamenco o a la canzonetta italiana. Se ríe con desparpajo y frescura, quizás un homenaje a su tan querida Tita Merello, una de sus influencias a la hora de dejarlo todo en la interpretación.
Hay instrumentación netamente andina en temas como Suposición del temporal o Gaspar al mar, donde resaltan los sikus, el charango, las pezuñas y los instrumentos de percusión oriundos de países como Bolivia y Perú. De esta manera, Sofía Viola demuestra su ductilidad, alcanzando tonos que evocan al canto de los pueblos originarios (el huayno o el sapucai), aunque también hay momento para la balada sutil en La noche deja el pañal y para la chacarera posmoderna en Ferro conyuge, donde canta: «todas las mañanas, me voy a trabajar / fumo marihuana antes del aclarar”». También incluye La huella del cemento, una reversión de Amor platónico, una de sus primeras composiciones, donde confiesa el amor que sentía de adolescente por el vendedor de una tienda de comics, en una letra que emociona y desborda de referencias a la cultura pop.
En pocas palabras, con este trabajo, Sofía Viola, quien se encuentra actualmente de gira por España presentando sus nuevas canciones, se consolida como una de las representantes más destacadas de la nueva música popular de la región.