Después de revelar su mal de Parkinson y poner en duda la continuidad de sus shows en vivo, el Indio Solari edita El ruiseñor, el amor y la muerte, un disco dedicado a los héroes de la contracultura planetaria.
Qué: Disco (Independiente)
La escena se multiplica en cualquier hostel porteño. El encargado de musicalizar el sitio pone un disco de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y, cuando intenta explicar que esa banda disuelta sería capaz de movilizar a cientos de miles de personas de una punta del país a la otra, tropieza con unas cuantas dificultades. Sí, señor: para un extranjero, desentrañar el fenómeno del Indio Solari y de Skay Beilinson, cabezas visibles de la mítica agrupación, puede ser tan arduo como iluminar el peronismo. La separación del grupo no facilitó las cosas.
Desde aquel traumático break-up, Solari se llevó las multitudes y Skay la mística underground. A lo largo y ancho de sus primeros discos como solista, Solari reemplazó las ideas musicales y el swing de aquella guitarra gitana con una banda competente (Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado), historias capturadas en las profundidades de Internet y un rock saturado con tracks y tracks de electricidad, programaciones y teclados. La edición de El ruiseñor, el amor y la muerte resulta, en ese sentido, una bocanada de aire fresco.
Para cuando termina El callejón de los milagros nos hacemos una pregunta con la sonrisa colgando de los labios. ¿Cuánto tiempo hacía que no escuchábamos al Indio Solari así de humano y relajado? La coyuntura (su mal de Parkinson), las dedicatorias del libreto (desde Andréi Tarkovsky a Eva Perón, pasando por Frank Zappa, Robert Crumb, George Gurdjieff y otros mitos de la contracultura) e incluso la propia portada (una fotografía de sus padres) parecen rubricar esa sensación. Solari abre el juego y se permite un tema a piano y voz, pinceladas de trompeta, sensualidad y una mueca de humor retorcido. Montadas sobre un puñado de riffs mid-tempo, temas como La oscuridad o El martillo de las brujas suenan como la sofisticada celebración popular que los Redondos encarnaron exactamente como nadie. ¿Alguien dijo reunión?