Aunque es el resultado de sus viajes y exploraciones por el planeta, el flamante álbum de Nicola Cruz no admite la etiqueta de la world music. Es el horizonte extraterrestre que crecería en la cabeza de Marco Polo si hubiera vivido en el Siglo XXI.
Qué: Disco (Zzk)
No se apuren con la etiqueta. Se trata del nuevo disco de un músico y productor nacido en Francia con raíces ecuatorianas, editado por un sello argentino y grabado en distintas ciudades del planeta con artistas de Brasil, Suecia, Colombia y Portugal, pero esto no es world music. En Siku, el flamante álbum de Nicola Cruz, no hay rastros de fusión ni exotismo. Es la música personalísima de un ciudadano del mundo: el horizonte extraterrestre que crecería en la cabeza de Marco Polo si hubiera vivido en el Siglo XXI.
Propulsados por la simbología del siku, los once temas trabajan con la cifra dualista de este instrumento andino de viento: «la máquina y lo orgánico, el pasado y el presente, lo local y lo global». En Voz de las montañas, por ejemplo, el dúo Minük propone un canto ritual en el techo de los Andes y las programaciones suenan como una sonda enviada a la Fosa de las Marianas. El resultado es del orden de lo místico.
Nicola Cruz se sirve de todos los ingredientes, pero sus elecciones siempre tienen una tesis detrás. No hay caprichos. La danza de Esu Enia, por ejemplo, no admite el balafón de Marcio Pinto: está construida a su alrededor. Sin el gesto antropológico, Cruz respeta el carácter de los timbres y los géneros para llevar agua hacia un solo molino. El de la música.