El escritor argentino Eduardo Muslip se centra en la figura de una abuela que emigra desde Galicia a Argentina y presenta Florentina, una novela conmovedora sobre la familia y los efectos de la inmigración.
Qué: Libro (edita Caballo de Troya)
Tres años después de Avión, el argentino Eduardo Muslip vuelve a la novela con Florentina, obra en la que también hay un viaje, pero esta vez hacia la conciencia del narrador. Se podría decir que se trata de una novela familiar diferente a cualquier novela familiar. Es familiar porque la protagonista –Florentina–, es la abuela del narrador. Y es diferente porque su abuela no es como las abuelas que la literatura nos tiene acostumbrados a leer. Aquí no hay historias jugosas, aquí hay silencio y resentimiento.
Deberíamos decir entonces que el narrador sin nombre (¿Muslip?) narra su adolescencia y se centra en los recuerdos sobre Florentina, esa figura distante, una mujer áspera que de niña emigró con su familia de Galicia a Argentina, un país que nunca consideró propio.
Florentina siempre se sintió expulsada por Argentina, por Buenos Aires, y nada la pudo hacer cambiar de opinión. En Buenos Aires la fruta es mala, nadie cocina bien, los animales son feos, el clima es insoportable. Florentina vive anclada en su pasado, en la Galicia que disfrutó de joven, donde todo gana en comparación, en especial la naturaleza que, a diferencia de Buenos Aires, se respira. En la Buenos Aires que le toca a Florentina, de Barracas a la Boca, con los hospitales psiquiátricos y el olor del riachuelo (¿no está acaso ella también contaminada?), no se puede vivir.
Con una prosa puntillosa Muslip arma el retrato de Florentina como visto desde una lente a distancia, casi documental, desde su infancia hasta la ancianidad. Para ello utiliza una primera persona que no se mete del todo, que se aleja para intentar ver mejor. Así vemos a Florentina a través de los ojos del narrador: su brutal anticlericalismo, el desprecio por todo lo relacionado con el país que la acogió, su silencio constante, el casi analfabetismo, la trenza perdida. Pareciera que Florentina nunca hubiera hablado, los que hablan son los otros, los que la rodean, que se llenan la boca de frases hechas. «Tu abuela tuvo una vida muy sacrificada», repetirán, y el narrador buscará desarmar esas frases.
En la novela Florentina aparece fantasmal, como los recuerdos, pero en este caso no es un regreso al pasado, su irrupción interpela en el presente del narrador. Y no es precisamente un duelo por una mujer distante que murió hace treinta años, ni una interpretación del pasado, sino más bien la reconstrucción, la narración de una historia, como si el narrador acomodara las piezas de un puzzle hecho de fragmentos de Florentina.
«Aparece Florentina», escribe Muslip al comienzo de la novela. Léanla y verán que es verdad.