En el flamante Promesas, el dúo compostelano Blanco Palamera carga con un maletín repleto de sonidos geográficos, que dota de algo especial a las canciones y las hace girar en torno a modos neutros disparados hacia el inconsciente.
Qué: Disco (Raso)
Manuel Blanco y Xoán Domínguez son dos compostelanos afincados en Madrid con las ideas muy claras, que comparten gusto por el minimalismo alambicado en cauces de swing melancólico. Saudade norteña alicatada entre destellos indietrónicos y toda clase de vertientes armadas con el «trip» delante.
Así es como se presenta este dúo de gallegos que, por momentos, recuerda a una versión lluviosa de Metronomy. Es lo que ocurre en Salvaje o Primavera, puntales de un trabajo de iniciación donde el funk de cuero negro y el soul de terciopelo raso marcan el camino de una decena de cortes con acabados ciertamente sugerentes.
Para ello, también han contado con una serie de invitados tan interesantes como Baiuca, Pianet y Puma Pumku. Sin embargo, Blanco Palamera no necesita de mayor presencia que la suya propia: dos tipos que superan cualquier clase de etiquetaje millennial gracias a una profunda voluntad por fundir raíces y modernidad en canciones nacidas para vivir en una isla y llorarlas bajo las gafas de sol.
Un reloj con diez paradas para todo transeúnte gustoso de parar el tiempo entre temas marcados por la belleza del plano-contraplano; como en ese dúo infalible conformado por Este mar y Despega, los cortes con los que Promesas muere en la orilla del mar. Pop del Siglo XXI sin coartadas intelectuales. Y eso ya es mucho. Muchísimo.