Siete años después de La Polinesia meridional, La Casa Azul regresa con su conjunto de canciones más homogéneo hasta la fecha. El flamante La gran esfera reafirma a Guille Milkyway como genio del pop poliédrico.
Qué: Disco (Elefant)
Se ha hecho esperar, pero al fin la nave espacial Milkyway ha aterrizado con La gran esfera. Bajo una nueva evasión houdinesca de la contención, los diez artilugios ideados para la ocasión refrendan la ambición por cruzar géneros, a priori repelentes entre sí, y sesenta años de historia pop por medio de guiños que van de la infección spectoriana a bases trap cosidas con vientos de cuerdas que rezuman el recuerdo a la ELO.
Desde la parte lírica, emerge la misma habilidad de Franco Battiato y Vainica Doble para traducir término científico en floritura pop. Cada uno de los cientos de detalles que integran este fresco definen un nuevo salto al vacío, donde Guille juega a ser el equilibrista que sortea la pomposidad, llegando hasta el límite del sentimiento a flor de piel, aunque nunca traspasando esa fina línea que podría desbaratar estribillos nucleares como en El momento, El colapso gravitacional o Hasta perder el control.
Canciones como las citadas forman parte de un conjunto final alumbrado bajo una idea conceptual que aborda la nostalgia como motivación para alumbrar el camino de la vida. Energía alimentada de contrarios, donde las heridas por lo que pudo ser, cifradas en las letras, vienen con el botiquín incorporado de una parte instrumental que sublima y dignifica (si es que a estas alturas aún hace falta) los poderes curativos del amor inyectado por la vía intravenosa pop. Sin duda, una hazaña en forma de clásico instantáneo.