Rafael Navarro de Castro publica La tierra desnuda, una novela que ahonda en la vida de campo de antaño. El lorquino, como si de un ejercicio de memoria se tratase, traslada al lector a un escenario bañado por la canícula, el hambre y la guerra.
Qué: Libro (edita Alfaguara)
Suerte tiene el lector de poder disfrutar de La tierra desnuda como novela, ya que en un primer instante la intención de Rafael Navarro de Castro era la de crear un documental. De aquella idea inicial, permanecieron los poemas visuales; los mismos de los que el lector, ahora, puede beneficiarse, pero con el aliciente de las palabras.
La tierra desnuda aborda una sociedad ya extinta, aquella que pertenece a la «España vacía» –permítanme hacerme con el título del ensayo de Sergio del Molino. Y es que esta licencia no ha sido gratuita, ya que el lector podrá encontrar similitudes, aunque a diferencia del escritor madrileño, el lorquino Rafael Navarro de Castro se apropia de una memoria y una identidad: la del campesino.
Uno puede avanzar por estas páginas sintiendo el agotamiento de Josefa, las preocupaciones de José o la curiosidad de Blas, pero sobre todo, uno avanza con la seguridad de descubrir la vida en el campo de antaño. La trama descubre una fotografía de la época, un juego de espejos en el que el lector puede vivir esa España –y sentirla– a través de cada uno de los personajes y sus paralelismos continuos: la canícula y la tierra o el hambre y la guerra. Rafael Navarro de Castro nos conduce por un apasionante y crudo ejercicio de recomposición.
