Rocío Márquez se hace fuerte y más libre que nunca en Visto en El Jueves, un trabajo que despeja dudas –por si había alguna– de las capacidades de una artista que se revela como gustosa pintora emocional de la cultura flamenca.
Qué: Disco (Universal)
Está claro que a cada nuevo paso que da, Rocío Márquez se muestra más confiada en sí misma. Solo así es posible que discos como Visto en El Jueves puedan ver la luz. No en vano estamos ante una nueva demostración de elegancia astral, con la que la cantaora onubense va adoptando bulerías, rondeñas, serranas o peteneras bajo un pulido de buen gusto y búsqueda hacia renovadas soluciones en sus giros vocales. Pero también desde una variable cordillera instrumental, casi siempre mínima pero de expresividad nacida para asestar puñales clavados como No sentir, donde emerge la figura monolítica de Mairena.
Por su parte, en El último organito funde corazón flamenco con venas y arterias latinas. Todo un crisol de sentimientos cuajados desde la pausa, la contemplación del detalle mínimo y un saber hacer que la reivindica como artesana mayor de un arte que, quizá se le pueda achacar cierto desapasionamiento, pero que siempre linda con intenciones de fuerza mayor.
De todas a todas, un nuevo disco donde poder recogerse de las malas espinas y, de paso, amamantar la oreja entre tientos y rumbas que suenan a castillos en la Luna. Mientras tanto, seguiremos esperando a que alguien se acuerde las nuevas generaciones del flamenco gitano.