Imbuida en su gusto por armar arquitecturas pop de estructura espectral, la música y actriz valenciana Helena Goch vuelve con un tercer LP que, de todas a todas, se hará un hueco importante entre los lanzamientos de primavera.
Qué: Disco (Intromúsica)
Hay algo en la voz de Helena Goch que nos recuerda por qué, dentro del maremágnum de músicos que conforman nuestro actual océano pop, siempre cabe la esperanza de toparse con algo único e intransferible. A través de su característico tono de niña tímida y lánguida, Helena da vida a joyas como Sujétate fuerte o La vieja loba: cortes donde su voz se propulsa sobre un piano de condición astral. Desde el recogimiento de la balada, se nutren los sueños y cuentos que pueblan las doce esquinas de tan gozoso trabajo para duermevelas y escuchas bajo las sábanas.
El tono onírico reluce soberano a través de una especie de versión infantil del White Chalk, de P.J. Harvey. Pero que nadie se espere coincidencias con la artista británica o cualquier otro reflejo insalvable para toda entusiasta del barroquismo pop atormentado. No, Helena anda sola, a pies juntillas alrededor de canciones donde el minimalismo florece en melodías almidonadas como en Trece o en puntuales salidas de tono hacia el crescendo pop, tal que en La generosa.
Mención aparte para los más de siete minutos de Miedo a la oscuridad, como una nana eléctrica perdida en la memoria, que muestra a una música de fuerte personalidad y ganas de seguir autodescubriéndose.