Basándose en los «cantes de ida y vuelta», el ilicitano Niño de Elche y el bogotano Eblis Álvarez (capo de Meridian Brothers o Los Pirañas) encuentran un eslabón perdido en la relación entre la música de las orillas del Caribe y Andalucía, completando una historia que se detuvo en el Siglo XIX.
Qué: Disco (Sony Music)
Suele decirse que alguien que «lleva y trae» no es de fiar. Sin embargo, en el caso de la música, ese constante tránsito ha permitido que la información, cuanto más cerca esté del concepto «teléfono escacharrado», no sólo es más imprevisible e impredecible sino que puede permitirnos hallazgos únicos.
En esa constante búsqueda, no solo de puntos medios, sino más bien de conseguir atrapar aquello que se escapa de las fusiones (de hecho, evitándolas) están tanto el ilicitano Niño de Elche (explorando desde el compromiso político a la psicodelia jonda, el post-rock, el post-flamenco, el rock espacial o la electrónica de rave en diferentes proyectos) como el bogotano Eblis Álvarez (líder de proyectos como Meridian Brothers, Los Pirañas o Chúpame el Dedo, auténticas exploitations musicales de la cumbia, la champeta o la salsa desde la vanguardia más psicotrópica).
Basándose en la idea de los «cantes de ida y vuelta» e intentando dar continuidad a la relación de fluidez que existía entre el Caribe y España en la época colonial, el Niño de Elche y Eblis Álvarez juegan a completar una historia (o plantear una alternativa, como en los libros de «Elige tu propia aventura») que podría haber seguido modelando el sonido del flamenco si no se hubieran detenido las relaciones en el Siglo XIX, pero sin olvidar las relaciones que sí se han mantenido a lo largo de las décadas entre ambos territorios: el tráfico de drogas, las guerras sucias, las milicias, la corrupción, el espíritu caribeño, las transacciones comerciales.
Más que una provocación a la intelligentsia flamenca, como se entendió su Antología del cante heterodoxo flamenco, esta Colombiana suena a eslabón perdido, a propuesta por completar una historia que sigue encontrando oro y riquezas cuando España y América Latina se dan un abrazo y no la mano. En el disco dan a luz nuevos artefactos que conectan los diferentes palos flamencos con el bolero (Cabales americanas), la psicodelia tropical (Tangos de la ayahuasca), la guajira cubana (Los esclavos), la guaracha (Colombiana vasca) o la performance ritual (Flor-canto, la más «flamenca» y a la vez política de todas).
Sin embargo, donde más radical suena todo es en la robótica y autómata Ni chicha ni limoná, en esa rave caribeña para los campamentos de las FARC (Oración militar) o en las Peteneras mexicanas (la más meridianera de todas, donde más se ve la mano de Los Pirañas y Daniela Sanmiguel, que se imponen a Niño de Elche en una fractura abierta y aflamencada del universo post-tropical); es allí donde esta alianza conquista territorios inexplorados, descubriendo el cacao, el café o la farlopa sonora que se quedó escondida en las catacumbas de la ortodoxia musical.