El flamante álbum de El Petit de Cal Eril viene cargado de ocho canciones de celofán, cuajadas de extrema sensibilidad, que demuestran que la banda catalana aun nos puede deparar nuevas y revitalizantes emociones.
Qué: Disco (Bankrobber)
Normalmente cuando un grupo llega al séptimo LP, solo se pueden dar dos opciones: generar nostalgia por los buenos tiempos de su trayectoria o provocar la revitalizante sensación de que el viaje aún nos puede deparar nuevas y diferentes emociones.
De entre estas dos opciones, no cabe duda que El Petit de Cal Eril se ha arrimado a esta segunda opción con absoluta determinación. Muy lejos quedan ya sus comienzos al frente de las hornadas del folk catalán surgidas al son de Manel. Tras su anterior álbum, △ (el disco triangular), los de Joan Pons han abierto definitivamente una puerta que abre la alcoba de pop mínimo en joyas como Sento o Ets una idea.
Cortes que, por otro lado, remiten a la elegancia emocional de tótems ochenteros como Everything But The Girl y Prefab Sprout. Canciones de celofán, cuajadas de extrema sensibilidad, para las que se han arrimado más que nunca a esa frontera invisible delimitada entre el pop hipnagógico y el soft rock. Smooth pop que tanto puede recordar a Sean Nicholas Savage como a Joan Miquel Oliver, e incluso a James Blake, en la fantástica Sents el sol.
En total, ocho canciones para un álbum que no llega a la media hora, ni falta que hace. Aquí hay reunidas tantas ideas y detalles de francotirador que alargarlo sería ir a contracorriente de su misma naturaleza concisa, fraguada bajo el lema de la inmediatez amparada en saudade mediterránea. Maravillas del pop Siglo XXI.