En los últimos años, tanto en España como en Latinoamérica, las corrientes shoegaze y dream pop se han multiplicado de forma vertiginosa. Dentro de estas camadas, la banda madrileña Espíritusanto destaca como una de las propuestas más fiables. Para muestra, su notable segundo álbum.
Qué: Disco (Jabalina)
Espíritusanto ya había avisado con su disco anterior que posee una fórmula diseñada con precisa meticulosidad. Más cuando el productor de la criatura es nada menos que Alejandro Martínez, miembro de los añorados Klaus & Kinski y Alexanderplatz. Bajo sus manos, las canciones del grupo son ensambladas con elementos mínimos pero muy presentes. Ya sea en Ítalo-fitness (qué maravilla de título, por cierto) o Virgo, por mencionar dos ejemplos, las guitarras, sintes, todas las pistas suenan cristalinas, siempre bajo la impresión de formar parte de un oleaje lento, oteado desde la distancia.
Cómo viene siendo habitual en estos últimos tiempos en terreno dream pop, el modelo de acción siempre refleja paralelismos con el sello Captured Tracks, de quien surgen paralelismos en el tono general del conjunto. Tampoco pueden faltar tics planetarios, como en el caso de El rayo que no cesa. Pautas de comportamiento que no lastran el peso específico de un surtido de composiciones labradas desde la carga de la nostalgia y de veranos otoñales. Y es que a ver quién es el guapo que puede echarle algo en cara con cortes como La clausura y el suntuoso pop acaramelado de No es real. Entre estos dos cortes se cuece un imaginario que representa a una formación en su punto álgido. Y lo que aún le queda.