El sello catalán Guerssen acaba de rescatar el mítico disco que Miguel Abuelo grabó en Francia en 1975 junto a su grupo Nada. Una edición en vinilo que, además del profuso archivo fotográfico, incluye textos del guitarrista Daniel Sbarra.
Qué: Disco (Guerssen)
Aunque se escribieron miles de páginas alrededor de su figura, Miguel Abuelo sigue siendo uno de los grandes enigmas del rock argentino. Sobre todo porque nunca tuvo una carrera: tuvo una vida. Mucho antes de agitar la primavera alfonsinista de la recién llegada democracia con la segunda encarnación de Los Abuelos de la Nada allá por los años 80, Miguel había sido un niño de la calle devenido en poeta: un Rimbaud criollo iluminado por la psicodelia y el folclore del noroeste.
Después de participar activamente en el acta fundacional del rock argentino, se subió a una carabela y para comienzos de los setenta ya pisaba suelo europeo. Su paso por el Viejo Continente fue un peregrinaje a mitad de camino entre los pillajes y la inspiración derviche hasta que, en algún punto de 1973, se topó con Moshé Naïm: un productor y mecenas amigo de Salvador Dalí. Abuelo, que tenía tanto encanto como talento (lo que no es poco decir), lo envolvió con su capa.
Asociado artísticamente con el guitarrista y compositor Daniel Sbarra (más tarde, miembro de Virus), Abuelo reunió a su alrededor un repertorio y un puñado de músicos argentinos y chilenos. Entre ellos Pinfo Garriga (bajo y coros), Diego Rodríguez (batería), Carlos Beyris (chelo) y algunos otros diletantes capaces de tocar quenas, tablas, sintetizadores Moog o clavicordios. El resultado son las ocho músicas de este álbum que, como Led Zeppelin, pendulan entre el hard rock y una suerte de folk multicultural y metafísico en la tradición de la Incredible String Band.
Todo el material es esencial. El registro de Miguel le permite cantar con autoridad en una tesitura cara a intérpretes como Ian Gillan o el propio Robert Plant, pero el verdadero corazón del disco son canciones como Estoy aquí parado, sentado y acostado y El muelle. La letra de la primera, firmada en colaboración con el poeta y periodista argentino Pipo Lernoud, comulga el orden filosófico con la poesía: «Me acerco a una piedra y la miro sin pensarla / La toco sin nombrarla / La toco y nada más».
El muelle, por su lado, no se parece a absolutamente nada. Envuelto en el arpegio del clavicordio y la bruma marina, Abuelo desarma las palabras hasta que su sentido se aleja como un barco de papel. Así en la tierra como en el cielo, todavía estamos tratando de asirlo. Es inútil: Miguel Abuelo estaba en otra liga.