El segundo disco de la banda argentina 8 es un concilio abierto y poligámico donde cuelgan retratos de Mateo, Trent Reznor, Luis Alberto Spinetta, Stravinsky, Shaman y el propio Beck. Se lee como un caos, pero se escucha como un orden.
Qué: Disco (Wormo)
Perdón por el latín, pero el origen es in vitro. Formado orgullosamente dentro del estudio de grabación, 8 es la sociedad entre los herederos de la familia Vitale (uno de los clanes fundamentales del rock argentino), la cantautora Mariana Michi, un guitarrista del ruido como Juan Valente y esa fila psicótica de vientos. Un concilio abierto y poligámico que, durante sus sesiones en el cono de silencio, elige colgar retratos de Eduardo Mateo, Trent Reznor, Luis Alberto Spinetta, Stravinsky, Shaman y el propio Beck. Se lee como un caos, pero se escucha como un orden.
Compuestas y arregladas por Juan Belvis, las diez músicas de su segundo disco son canciones. Aunque bromeen con la etiqueta del pop barroco, la apertura de Película en el aire está a un océano de distancia de la radio contemporánea. ¡Si es que todavía existe algo así como la radio! La melodía y la letra hacen su trabajo de seducción, pero la orquestación abre el cuerpo como si fuera una autopsia a corazón abierto. El ensamble, que toca a sus anchas sobre la síncopa, opera en la dirección opuesta a la compresión (tímbrica, temática, cronológica) del pop actual. Sin ir más lejos, ¿a quién se le ocurre aporrear un philicorda para abrir un disco en 2019?
8, sin embargo, no toca para un nicho ni opera para el mercado nostálgico del vinilo o los suscriptores de la Mojo. Acaso si viajamos al pasado en la Máquina del Tiempo de Mateo y pisamos un insecto en la redacción de Billboard, cuando regresemos al presente resulta que 8 está en la cima de los rankings. Ergo: 8 es pop ucrónico.