León Benavente llega a su tercer álbum, Vamos a volvernos locos, con la mirada puesta en un refrescante giro sinte en su receta y una demostración de músculo cibernético ante el que no cabe más que dejarse arrastrar y disfrutar.
Qué: Disco (Warner)
Es escuchar un corte como No hay miedo y darse cuenta de que, para la elaboración de su nuevo retoño discográfico, León Benavente se lo ha debido pasar muy bien. El tono synthgaze de dicho tema se mezcla con arrebatos tecno brumoso, al igual que en Como la piedra que flota; sin duda, uno de los cepos más efectivos de esta decena de canciones. En esta última, es donde también se produce la aparición de María Arnal, hecho que suma muchos puntos para que el corte crezca y crezca en pura lisergia cercana a los mejores Chromatics.
Pero Vamos a volvernos locos cuenta con más guaridas para el éxtasis instantáneo. Así ocurre en manjares de tensión neo-postpunk como Ayer salí y el electro rock a horcajadas de Disparando a los caballos. Ejemplos como este último reflejan un salvajismo distópico que, aunque pueda parecer lo contrario, le sienta como si la banda hubiera nacido para vestirse con estos trajes.
Lo que más sorprende del grupo liderado por Abraham Boba es la evolución sin anclajes con el pasado que está llevando a cabo; no en vano, recordemos que en su primer álbum estaba tan influenciado por Nacho Vegas que parecía una extensión del asturiano. Esta clase de consideraciones se han quebrado absolutamente ante esta demostración de músculo cibernético y canciones en 2.0, de las que no cabe más que dejarse arrastrar por su magnético roce ballardiano.