La navarra Amaia Romero demuestra formalmente por qué está muy por encima de la simple categoría de «triunfita» con Pero no pasa nada, un álbum de debut que rebosa personalidad y normas propias.
Qué: Disco (Universal)
Amaia Romero demostró no solo estar muy por encima de Operación Triunfo tanto en línea artística como en mercadotecnia, sino también que nadie le manda. El concurso de talentos se vio superado, primero, por la personalidad artística de la navarra dentro del concurso pero, sobre todo, fuera.
Ella no respetó los tiempos del show business, no se dejó guiar artísticamente, reescribió contratos, se acercó a los circuitos que quiso, cambió de productor (y no a cualquiera: a un Raül Refree ultracotizado tras producir álbumes bisagra de Rosalía, Sílvia Pérez Cruz o Rocío Márquez, entre otras) y, ahora, más de un año y medio después de que ganase el reality, publica Pero no pasa nada, un dilatado debut concebido en alianza artística junto a Santiago Barrionuevo, líder de Él Mató a un Policía Motorizado, banda-icono de la (pen)última generación del underground argentino.
En el cancionero se desprende esa personalidad que la navarra liberaba en el talent show: del mismo modo que en aquella Academia televisada se encerraba en una sala de ensayo con el piano enfrente a reinterpretar en modo random y ofrecer recitales infinitos con canciones que parecían suyas pero que originalmente eran de La Argentinita, C. Tangana, El Kanka, Susana Estrada, Mercedes Sosa, Arcade Fire, Los Fresones Rebeldes o Navajita Plateá; en Pero no pasa nada también se respira ese espíritu.
Amaia es una suerte de cruce entre naif y ultramaduro de Campanilla, La niña del exorcista y Naty Abascal; y en su sonido se desprenden tics que la presentan como una médium inédita entre Presuntos Implicados, La Buena Vida, Sílvia Pérez Cruz, Valentín y Los Volcanes, Marisol, Joan Colomo y Christina Rosenvinge.
Desde cuando consigue crear un espacio de intimidad y cercanía que abruma (Última vez o Porque apareciste) hasta cuando releva la facción más pasional de Luz Casal (Cuando estés triste), cuando desarrolla su vis más poppy (Quedará en nuestra mente, Quiero que vengas o Nuevo verano), cuando consigue mezclar a Él Mató a un Policía Motorizado con Presuntos Implicados (El relámpago o Un día perdido) o cuando se posiciona como una Lana del Rey con arte (Nadie podría hacerlo). Pero, sobre todo, es Amaia. No es que, como promete en el título del disco, no pase nada: con ella como enlace y cable a tierra, todo pasa y todo queda.