Desde la Ciudad Condal y dos años después de su álbum de debut, Medalla afila consignas y mejunjes estilísticos en un segundo larga duración donde pega un estirón exponencial a sus ambiciones.
Qué: Disco (El Segell)
Hace ya dos años que Medalla se daba a conocer en público por medio de un trabajo prometedor como Emblema y poder. Justo veinticuatro meses después retoma el camino, confirmando las sabrosas expectativas que ya había deparado su propuesta, alambicada entre coces de pop-psych enrabietado y salidas de pulso kraut.
Más allá de su capacidad para abrir también su campo de acción a tics hardcore y e incluso post-hardcore, para la ocasión la banda ha conseguido homogeneizar su particular brainstorming genérico. De este modo, delicias pop tan New Order como Guardián o arrebatos hardcore-pop mecánico como Lengua afilada conforman los extremos de un trabajo que supura mala baba, letras de barricada pero también su inconfundible poso lírico, de condición extremadamente visual.
Letras como Premio Cervantes y Devoto cardenal aúpan a Medalla a una posición privilegiada de pop contestatario, donde fluye una perspectiva muy marcada en sus convicciones con el estado actual de Iberia, Portugal aparte. A la voluptuosidad cinematográfica de sus letras hay que sumar una puntería de francotirador para dar con ese estribillo o subida eléctrica que se anuda en la memoria con agarre marinero. Ahí está la épica instrumental de Heráldica antigua, pero también las crecidas armónicas de un artilugio infalible como El tajo.
En total, doce canciones que se amoldan a la pauta de la confusión temporal del revival como deriva a un discurso musical propio. Propósito ciertamente logrado en este más que notable Medalla.