Ya comienza a ser altamente inusual la capacidad de La Bien Querida para reinventarse en cada nuevo álbum sin perder su esencia ni los litros de inspiración a los que nos tiene tan malacostumbrados. En este sentido, Brujería es el nuevo amigo al que escuchar en noches solitarias, o cuando estamos perdidos en un coro de voces mundanas.
Qué: Disco (Elefant)
Que Ana Fernández-Villaverde es una nigromante del amor y el desamor lo lleva certificando desde que, hace justo una década, cuando debutaba con Devocionario. Con una fijación implícita por plasmar y poetizar los sentimientos más difíciles de expresar por timidez o vergüenza, se ha ido convirtiendo a lo largo de los años en el refugio interior de una generación enmarcada entre la hipersensibilización del Donosti Sound y las nuevas camadas, apegadas a sus himnos de miocardio.
Así sucede, una vez más, en Brujería, un trabajo altamente inspirado en las prácticas ocultistas de su padre cuando ella era niña. En base a esta pauta argumental, no sorprende los guiños a Broadcast, vídeos como ¿Qué? o la portada tan representativa con la que pone imagen al álbum.
En lo musical, nos topamos, probablemente, con su trabajo más redondo desde su debut discográfico. Y eso es mucho decir. Imbuida en su giro continuo de estilos, a lo largo de las once canciones aquí reunidas, los extremos nos llevan de New Order a la canción melódica italiana. Producida por Carlos René, de Axolotes Mexicanos, la emulsión de arreglos de cuerda cosidos para la ocasión marcan un punto de autonomía ciertamente poderoso con respecto a sus anteriores trabajos.
Pero, sobre todo, lo que asoma es un resplandeciente ramillete de joyas a sumar a su ya de por sí generoso ajuar de hits otoñales. Regalos como La verdad, Me envenenas y Te quiero forman parte desde ya de un imaginario donde idealizar el amor es la evasión más realista posible.