Y la Bamba, el proyecto de la méxico-americana Luz Elena Mendoza presenta Entre los dos, álbum con el que sale a cazar el espacio intermedio que se crea entre dos cosas aparentemente distanciadas.
Qué: Disco (Tender Loving Empire)
Ni una cantautora, ni una diva underground; pero sí un poco de ambas cosas. Ni una folclorista latina, ni una crooneresa lo-fi; pero sí un poco de ambas cosas. Ni un cancionero de amor, ni un cancionero de desamor; pero sí un poco de ambas cosas. Desde la cuna, la norteamericana de ascendencia mexicana Luz Elena Mendoza lleva encontrándose, parafraseando a Bunbury, «entre dos tierras». Y ese espíritu mixto, de ningún sitio, pero un poco de todos, es el que vuelca en su nuevo álbum, el segundo que publica.
Y la Bamba es un proyecto tan doméstico como sofisticado, tan indescifrable como crudo, tan honesto como polifónico. Y en ese aire que se crea entre ambas vertientes, la de San Francisco sale a cazar ese espacio intermedio, y lo plasma en Entre los dos, un álbum breve (apenas siete canciones en menos de veinticinco minutos) pero en el que da un paso adelante por reivindicar sus raíces latinas.
A diferencia del resto de álbumes que ha publicado hasta la fecha, este es el más castellanófilo (solo una canción en inglés: el bolero Octavio), y en el que se atreve estilísticamente a maridar esos aires de cantautora dreamy a lo Angel Olsen, o arquitecturas imposibles a lo Juana Molina o Helado Negro con referencias folclóricas latinoamericanas que nos pueden recordar a matices y texturas de Lila Downs, Liliana Felipe o Astrid Hadad, entre otras.
De ahí que suene más a madera que nunca en canciones tan cerca del folclore como del punk acústico (Ríos sueltos); del surf como de la cumbia-rock (Las platicas); del bolero como del garage de autor, como un cruce entre Chavela Vargas y Kimya Dawson (Entre los dos); o de los ritmos orientales pasados por el filtro de la electricidad y la cochambre más groovera (Los Gritos). Con este disco, Y la Bamba deja claro que no es marinera: es capitana.