El nuevo disco de Diosque sucede en un sitio hipotético. Un hogar construido entre la casita tucumana y el fárrago de Buenos Aires, donde el synth-pop y los folclores del noroeste argentino no son géneros musicales sino los diferentes matices de un mismo cerro de siete colores.
Qué: Disco (Geiser)
En el final de Terruño, alguien se abalanza sobre el sinte para tocar una elegía. Mientras tanto, en el fondo (o adentro) de la música, alguien sale de (o entra en) una casa, se sienta a ver el amanecer (o el anochecer) sobre una colina venusina (o una ciudad cualquiera) irradiada por la nostalgia. Parece el Alan’s Psychedelic Breakfast de Pink Floyd, pero es el sonido de una inminencia. En ese sentido, que suceda en el último tema del disco y que su título sea Desambiguación es un giro fenomenal. Yo sé exactamente como sigue esta historia, parece decir Diosque, pero no se los voy a contar.
Compuesto a lo largo de dos años, el disco sucede en un sitio hipotético: un hogar construido entre la casita tucumana y el fárrago de Buenos Aires, donde el synth-pop y los folclores del noroeste argentino no son géneros musicales sino los diferentes matices de un mismo cerro de siete colores. «Terruño es el universo creado entre lo que tengo y lo que soy, cerré los ojos para componer escribir y cantar desde lo más sincero del corazón –dice Diosque. Terruño es la perdida y la desesperación por volver a la contención de un nido, de un útero. Lo compuse luego de una experiencia personal fuerte y movilizadora, quería dejarlo plasmado en mi música».
Producido codo a codo con Ezequiel Araujo, Marcos Orellana y Peta Berardi, el disco acude a la paleta de colores habituales (sintes y programaciones, alguna guitarra, algún bajo, coros superpuestos y en un sincro extrañísimo) pero su móvil es muy otro. Una música que, si bien durante la primera mitad no renuncia al baile (en Varias mitades hay incluso una cita a Chorando se foi, más y mejor conocida como Lambada), a medida que avanza se va despojando y comienza a sonar como una convalecencia casi sobrenatural. Que el instrumental que parte el disco a la mitad se titule Muerte seguramente quiera decir algo.