Después de su desvinculación de Los Espíritus, el argentino Santiago Moraes reunió una nueva formación de su banda como solista y acaba de lanzar estas diez canciones en algún sitio entre la escuela sucia del songwriting americano y la bohemia rioplatense.
Qué: Disco (independiente)
«Cualquiera puede escribir una canción –dijo Tom Petty–, pero no cualquiera puede hacerlo bien». Apostado en algún sitio entre la escuela sucia del songwriting americano y la bohemia rioplatense, Santiago Moraes le sacó punta a un repertorio urbanísimo y probó el punto en dos direcciones: en sus primeros y caserísimos discos como solista (Las canciones de Santi, de 2012; el EP Los boliches, de 2016) y en el repertorio de Los Espíritus, donde cabían sus temas «para mover la patita» (Moraes dixit) pero quedaban fuera las reflexiones de largo aliento. Transeúntes, su nuevo disco, reúne todo el paquete. Y la noticia es buenísima.
Desvinculado de Los Espíritus después de las denuncias de acoso sexual que cayeron sobre Maxi Prietto, Moraes reunió las páginas dispersas y una nueva formación para su banda: Sol Bassa (guitarra eléctrica), Anahi Fabiani (teclados), Lucho Pogliano (bajo), Francisco Paz (batería), otro ex-Espíritus como Fer Barrey (percusión) y el propio Moraes (guitarra acústica, armónica, voz). Un sexteto con la versatilidad suficiente para tocar la letanía lennoniana de El bus y luego puntear compás por compás los versos bluseros de Bolsas de papel.
El ambiente es pantanoso. Como si, en lugar de los deltas de Nueva Orleans, Daniel Lanois hubiera grabado Oh Mercy en algún bar impreciso del conurbano bonaerense. El ojo de Moraes, por lo demás, encuentra poesía en cualquier sitio: un gordo haciendo la plancha, una chica que prepara mate con miel, la muerte en un andén de la estación. En lugar de mirarse el ombligo, observa a su alrededor y a veces se encuentra con su propio reflejo: «Vi por la ventana una cara que miraba / vi por la ventana una cara que miraba / Y cuando se fue el tren / me di cuenta que era yo».