Despojado de cualquier hipótesis que no sea estrictamente musical, el ensamble liderado por Gustavo Santaolalla ha concebido su disco más libre y grupal. «El mapa de Bajofondo se ha extendido fuera del Río de la Plata –dicen. Ahora es Latinoamérica».
Qué: Disco (Sony Music)
Ansiosos, abstenerse. Casi dos largas décadas después de su nacimiento, Bajofondo se ha disuelto adentro de su propia hipótesis. Inicialmente menos una banda que un proyecto de laboratorio, se fue despojando en cada uno de sus pasos: primero se desprendió del «Tango Club», luego de la tiranía (preciosa) del baile, más acá de los hits y finalmente de todo lo que no fuera estrictamente la música. El resultado es a) esta banda con rigor de ensamble y b) su mejor disco a la fecha. Como dice Caetano Veloso: «todo esfuerzo en dirección a ningún esfuerzo».
A diferencia de todos sus trabajos anteriores, Aura fue concebido grupalmente durante cinco intensos días en Montevideo. El disco, en ese sentido, es el resultado de un curiosísimo sistema de improvisación (no son músicos de jazz, pero sus derivas tampoco son estrictamente rockeras) sometido al escrutinio místico de dos productores como Gustavo Santaolalla y Juan Campodónico y los arreglos de Alejandro Terán. «La intención de Bajofondo era hacer una música que reflejara quiénes somos y de dónde venimos –dice Santaolalla. Queríamos mostrar realmente nuestra identidad y de alguna forma lo conseguimos. Pero el mapa de Bajofondo se ha extendido fuera del Río de la Plata. Ahora es Latinoamérica».
Alimentado por las psicografías del pintor y escultor argentino Benjamín Solari Parravicini (1898-1974), este repertorio posee un anhelo visionario: Solari Yacumeza, la apertura junto a la comparsa Cuareim 1080, es un candombe progresivo del Siglo XXI; la delicada Cueca la clueca lleva la danza andina hacia un imaginario aún innombrado; Aura es la clase de música que Brian Eno hubiera compuesto para una película de Leonardo Favio. El futuro no estará escrito, pero ya tiene música.