Grabado y mezclado durante solo tres días, el nuevo disco del cantautor argentino Gabo Ferro pendula en una cuerda floja: de un lado, la atemporalidad; del otro, la más absoluta contemporaneidad.
Qué: Disco (Independiente)
Los cínicos pueden esperar detrás de la puerta. Como Leonardo Favio, Gabo Ferro pone toda la carne a la parrilla: aunque reconoce la geografía del melodrama, su canto se lanza al abismo sin culpa ni esnobismo. La emoción, parece decirnos, no está reñida con el intelecto. El núcleo indivisible de su nuevo disco, en ese sentido, es el sexo salvaje que tienen esas dos criaturas sobre un escritorio de carne y hueso. «Yo sólo sigo a mi cuerpo, donde va mi cuerpo voy –canta, en la canción clave. Y si hoy me pide esta forma, cuando me piden yo doy. Yo tengo un cuerpo, tengo un cuerporeclamo: reclamo mi espacio».
Armado con la palabra, una guitarra de cuerdas de nailon y su voz de pájaro, Gabo Ferro ha construido su propia genealogía. Una saga de trovadores iconoclastas capaz de unir a Jorge Cafrune con los performers del Parakultural, mítico antro de los años 80, pasando por Atahualpa Yupanqui, las cancionistas de los años veinte y el Moris de Escúchame entre el ruido. Grabadas y mezcladas en el estudio Los Elefantes durante solo tres días, estas once nueve canciones pendulan en esa cuerda floja: de un lado, la atemporalidad; del otro, la más absoluta contemporaneidad.
«Su reflejo es el lobo del hombre es reinterpretación de la célebre “El hombre es el lodo del hombre”, frase de Plauto retomada por Hobbes que refería a que el Hombre (el varón, entendido entonces como toda la Humanidad) era su propio enemigo, amenaza de sí y para sí –dice el propio Gabo. En nuestra propia historia presente, el enemigo de la humanidad no sería ya sólo ella misma sino también su reflejo, su virtualidad entendida como carnalidad, como la realidad. La carne tiene historia, puede comprometerse, el reflejo no. El reflejo tiene historial o stories de veinticuatro horas, más que suficiente para él, pero no para los sujetos históricos. Estas once canciones vienen y van desde, y hacia, personas con cuerpos y emociones que ocupan espacios y tiempos reales».