Lo que empezó como un simple dúo acústico de guitarra y voz de dos amigas argentinas bajo el nombre de Perota Chingó encuentra hoy su madurez en su tercer disco. En él se combinan teclados, percusiones, sonidos andinos, acústicos y electrónicos que abren la puerta a nuevos rumbos.
Qué: Disco (Independiente)
El devenir de la amistad que une a las argentinas Lola Aguirre y Julia Ortiz está atravesado por la música, los viajes y por una cierta dosis de sorpresa. Cuando vacacionaron en 2011 en Cabo Polonio, Uruguay, no se imaginaron que una de las canciones que cantaban para costear sus gastos, Ríe chinito, sería filmada, subida a Youtube y les abriría las puertas para construir una carrera en la música.
Ese vídeo hoy tiene casi veintiocho millones de reproducciones y las llevó a recorrer diecinueve países, entre ellos Brasil, Chile, México, Perú, Colombia, España, Alemania y Dinamarca. Dieron más de cuatrocientos conciertos en sus ocho años de trayectoria y llegaron a compartir escenarios con artistas del talante de Fernando Cabrera, Joss Stone, Anita Tijoux y Natiruts, entre otros.
Perotá Chingó cuenta con tres discos editados. El último, Muta, lanzado recientemente, encuentra al proyecto con una banda consolidada y apostando por sonidos híbridos entre el foclore, la canción acústica, la música electrónica e, incluso, el hip hop. Sonidos actuales y clásicos se unen en pos de una propuetsa que oscila entre la contemplación, la evocación y la danza.
El título ya indica una premonición: «Muta», dicho en tercera persona, expresa una distancia y un cambio en torno a un objeto. Él/Ella muta. El objeto es, en este caso, la banda que, desde sus comienzos fortuitos, atravesó mutaciones. Lo que comenzó como un dúo acústico hoy incluye a Martín Dacosta en percusión, Andrés Villaveiran en teclados y bajo y Leon Ish en guitarra eléctrica. Su recorrido se inició con una clara impronta acústica y cantautoril (Perotá Chingó, 2013) para abrirle paso a sonoridades eléctricas y electrónicas (Aguas, 2017). Algo que se profundiza aún más en el flamante Muta.
El inicio, con Toca, reúne recitados, leves rasguidos de guitarra española y sonoridades que remiten a proyectos de fusión rítmica latinoamericana (Lisandro Aristimuño, Jorge Drexler o Tonolec, por citar solo algunos). En China, casi una indirecta a la ya citada Ríe chinito, es lisa y llanamente una cumbia. En Aurora, Perota Chingó se atreve al dos por cuatro del tango, revitalizando un género cuya historia ha estado ligada, en general, a lo masculino. Barro trabaja sobre un beat de hip hop que dialoga con una época en donde los sonidos urbanos se encuentran en auge. La impronta rioplatense no se borró. Más bien, mantiene una columna vertebral que se embebe de diversos estímulos.
Estas nuevas canciones dejan flotando preguntas en el aire. La apuesta de la banda parece querer seguir rumbo a la mixtura que, a la vez, implica riesgo. Incertidumbre. Por ahora, confirma que tiene potencial e inquietudes para ir más allá de aquella propuesta despojada y veraniega con la que comenzó todo. En un futuro álbum se podrá descubrir si Muta ha sido un suelo o un techo, si se seguirá tras una experimentación más profunda o intentará, como se dice en Vértigo, «recuperar el disfrute animal».