Luis García Montero escribe Las palabras rotas, un compendio de reflexiones, unos breves apuntes con relación a la ética y la estética y un listado de palabras desprovistas de su identidad original. El poeta establece un diálogo con el tiempo y brinda al lector la oportunidad de aferrarse a la esperanza de poder vivir en un mundo mejor.
Qué: Libro (Alfaguara)
Cuenta Luis García Montero en el inicio de su último libro, Las palabras rotas, que una mañana se levantó con la intención de escribir una historia de amor. La actualidad mediática acontecida alejó al poeta de sus propósitos iniciales y el amor se convirtió en desamparo, muerte y miedo, «el miedo es uno de los ejes de la vida contemporánea», afirma.
La fluidez retórica de Luis García Montero se abre paso a través de un texto denso, pero articulado desde el compromiso que el poeta tiene con el lenguaje. Así, elabora una lista de palabras rotas: verdad, soledad, identidad, realidad, bondad, progreso, tiempo, política, conciencia, lectura y amor. Estas palabras han dejado de responder a su esencia y desprovistas de su significado original se entregan a uno nuevo, fruto de una sociedad egoísta, narcisista e ignorante.
Por ello, no es de extrañar que el poeta insista en la urgencia por recuperar aquellas palabras, las verdaderas. Como si de un ejercicio de rehabilitación se tratase, García Montero describe esa identidad perdida con la belleza de quien es poeta y la responsabilidad del ciudadano de a pie.
Así, en esta dicotomía de significados perdidos y tergiversados, el autor establece un diálogo a través de la sociología, la filosofía, el periodismo y la poesía. Muchos son los interlocutores que dilucidan y conversan desde el ejercicio de la escritura y la memoria con el poeta. Sin embargo, es la voz de Antonio Machado la que suena con más fuerza en estas páginas al tender la mano al lector para guiarle en ese camino hacia la verdad: la individual y la de la sociedad.
Permítanse leer Las palabras rotas con la demora necesaria que la sociedad contemporánea parece negarnos, permítanse ceder ante su individualismo, permítanse «ser, en el buen sentido de la palabra, un hombre bueno».