El aragonés Manuel Vilas regresa a la autoficción como finalista del Premio Planeta 2019 con Alegría. Un viaje introspectivo que vacila entre la intimidad de la soledad y la faceta más pública del escritor. Alegría es más que una novela, es lo que su título ya indica.
Qué: Libro (Planeta)
Parece que si algo sabe hacer bien Manuel Vilas es escribir desde la pérdida, ya lo demostró con Ordesa. En esta ocasión, el oscense establece nuevas pérdidas. Aquellas que se relacionan con la identidad de uno mismo, asegura que la suya envejece y que hay un cúmulo de todos aquellos que fue y que, de algún modo, viven en él, aunque ya no existan. Sin embargo, el lector no pasará del primer capítulo sin reconocer Ordesa y al Vilas que ya nos encandiló con la pérdida.
Esta nueva autoficción sucumbe ante la memoria para hilar a través de los recuerdos las incógnitas que componen la alegría, pero es una alegría engañosa. Aquí el amor, la belleza o la bondad se confunden con una alegría amarga. La angustia tiene un nombre: Arnold Schönger, un tanto ilustre para la desidia que no termina de marcharse.
Los capítulos son breves, casi se asemejan a las notas de un cuaderno de bitácora. Y bien podría serlo, ya que las vivencias aquí recogidas pertenecen a la época de promoción de la que fue su novela anterior, Ordesa, y la relación que mantiene con su hijo.
«Los detalles son siempre importantes, porque la vida son solo los detalles de la vida. La vida en sí misma, como absoluto, no se presenta si no es a través de pequeños detalles». Así es como Vilas escribe obsesionado con esos detalles, sabedor de que allí se encuentra la verdad que es difícil de airear, esa verdad que también es la alegría, la bondad y la belleza. Quizá la alegría que buscamos consista en comprender todas las facetas de la belleza.
Alegría es un libro escrito desde la nostalgia de quien se descubre finito. Un irredimible recorrido por la memoria en la que el confín de lo vivido se resume, a pesar de todo, en alegría.
