Alejandro Zambra publica Poeta chileno, una novela encantadora que enamora como la buena poesía y en la que el autor retoma algunos de sus temas predilectos como los lazos familiares, los vaivenes del amor o el amor por la literatura.
Qué: Libro (Anagrama)
En No leer, el libro de ensayos del chileno Alejandro Zambra, se incluían dos titulados Contra los poetas I y II. El primero, un manifiesto satírico, un poco en broma y un poco en serio, contra los poetas, en la línea del famoso ensayo de Witold Gombrowicz; y el segundo, un texto satírico, un poco en broma y un poco en serio, sobre la repercusión tardía (y furiosa) a ese primer ensayo que fue malentendido por algunos poetas de su generación, que lo acusaban de renegar de su pasado. En ese segundo texto el Zambra narrador decía que, tal vez, ese primer ensayo era un ajuste de cuentas, pero ante el espejo, porque claro, él también fue un poeta chileno.
En Poeta chileno, su retorno a la novela después de Facsímil, hay también, si se quiere, un ajuste de cuentas, un asunto que sigue pendiente, como los duelistas de Joseph Conrad, entre el Zambra narrador y el Zambra poeta. Solo que aquí es a la inversa, ya que la voz la tienen los poetas, hasta los que desprecian las novelas, pensándolo bien, el libro podría incluso llamarse «Contra los narradores». Pero no, aquí no hay duelo, Zambra lo resuelve, como sabe, metabolizando el poeta en el narrador. Y tampoco hay sátira, sino más bien admiración por la poesía, porque Poeta chileno es, sobre todo, un alegato a favor de la poesía a partir de su archienemiga, la novela, a través de una prosa que trasluce poesía, se siente. Como diría el propio Zambra: «las buenas novelas siempre están más cerca de la poesía que los malos poemas».
La novela cuenta la historia de Gonzalo Rojas, un escritor de poesía que, después de siete años, se reencuentra con su primer amor de la adolescencia y de la noche a la mañana se transforma en padrastro de Vicente, un niño de seis años que es adicto a la comida para gatos y que, años más tarde, como Gonzalo, quiere ser poeta, a pesar de los consejos de sus padres. También aparece, por otra parte, Pru, una periodista norteamericana que, por culpa de su ex pareja, no logra llegar a San Pedro de Atacama y queda varada en Santiago, donde realizará un estudio sobre la mitología de los poetas chilenos.
Zambra vuelve en la novela a algunos de sus temas predilectos como lo son los lazos familiares, la disfuncionalidad, los vaivenes del amor, la figura del padrastro, el aspirante a escritor, las apariencias, aquello que todavía no es del todo y el amor por la literatura; temas que aparecían en sus novelas cortas, como Bonsái o La vida privada de los árboles, solo que aquí, a diferencia de ellas, el autor se extiende, se alarga, todo está en constante movimiento, y agrega, a su vez, el gran tema de fondo: la poesía.
Podríamos decir que Inglaterra tiene su música, Brasil su fútbol, ¿y Chile? Su poesía, claro. En ese país angosto y alargado florecen poetas, a cada momento nace uno, piensen, Chile es el país de: Neruda, Parra, Mistral, De Rohka, Huidobro, Teillier, Zurita, Lihn, Martínez, Urriola, Carrasco, y esto solo por nombrar un once caprichoso. Zambra, entonces, que conoce la poesía desde adentro, le escribe desde afuera, para el lado, su declaración de amor. Poeta chileno es una novela encantadora, que enamora como la buena poesía, porque Zambra es, siempre lo será, un gran poeta chileno.