La cantautora guatemalteca Sara Curruchich ha facturado un disco que traspasa todas las fronteras desde la verdad de una expresión pura, sutil, en la que su canto se funde con la naturaleza y la música mece los versos con una naturalidad apabullante.
Qué: Disco (Mamita Records)
Las categorizaciones implícitas de una división de sexos, razas o procedencias suele verse como un problema o, al menos, un mal principio para abordar cualquier análisis posterior. Lo mismo ocurre con el arte reivindicativo, que lleva implícito en su ADN la militancia de quien lo desarrolla en cualquier tipo de causa o empeño y parece negar la importancia del factor hedonista. Sin embargo, en ciertas ocasiones la singularidad que llega de la sangre o el entorno constituyen un valor distintivo que confiere al acto creativo un valor añadido, y lo mismo ocurre con la implicación en un sentir y hacer que pueda conducir a una sociedad más justa y tolerante. Naturalmente, en la base (y en el alzado) debe primar la calidad.
En ese cruce de caminos, erguida en un sitial labrado con sus propias manos, se halla Sara Curruchich; esta cantautora indígena guatemalteca de etnia maya es pionera en cantar internacionalmente en kaqchikel, su lengua materna, e impregna este Somos que ahora ve la luz en España a través del sello Mamita Records, de amor al prójimo, a la tierra, a la igualdad de oportunidades, a la alegría. Sara alterna el uso del kaqchikel con el español, a menudo en la misma canción. El tema homónimo del álbum representa una explosión de color, y la simpar Ahora, con notas de calypso y reggae, es una bellísima oda a la naturaleza, la circundante y la del amor.
Cuando alguien dice «estoy aquí, donde nace el duraznal», hay que sonreír con una sonrisa blanca, anaranjada o rosa, sonrisa de jade, de orgullo maya, chapín y universal, diferente e igual a las sonrisas de otros miles de millones de bocas. Pero Sara no es solo inspiración bucólica. En la festiva Matyox K’aslem mueve al baile del alma y los pies. Abriendo la voz evoca en el arranque una querencia andina (no hay límites físicos para los aires buenos) antes de variar a una curiosa liga de folk y ska; Hija de la tierra (ahí entra el rock) y Corazón de flores son otros dos cantos a la madre Natura, y Ave chalanea con el western (sí, western del de ramita de trigo en la boca, sentado en el porche) para cerrar con xilófono.
Amigo se encuadra en el rock convencional de estribillo explosivo y solo, aunque sea la flauta la que solea primero, dejando la guitarra para el interín y de nuevo el xilófono para regresar al estribillo. El cierre poderoso de Resistir es a la vez chamánico y nostálgico gracias a la delicada y afinadísima voz de Sara, un dechado de fuerza con seda, que matizan las notas de la armónica. ¡Ah! Y Amparo Sánchez colabora en Ixoqi’; buena mezcla de sensaciones y expresividad. Un disco sublime.