Cuatro años después de Constelaciones, el rionegrino Lisandro Aristimuño regresa con un disco de renacimiento. Diez canciones grabadas en su propio estudio junto a su banda, los Azules Turquesas, e invitados como Lito Vitale y la sensación del momento: Wos.
Qué: Disco (Viento Azul)
Promediando su nuevo disco, Lisandro Aristimuño hace un movimiento a dos bandas: introduce una canción que pone en diálogo la tradición del rock lírico argentino –su zona natural– con su coto más social y leongiequista. Montado sobre un riff que se arrastra como el dragón de Komodo, señala a una tercera persona en penumbras («Comen Dios / Comen barro / Comen piel / Comen otra vez») mientras Wos se ocupa de armar el prontuario completo. A su manera, la canción es una denuncia. No enumera nombres ni apellidos, pero todos sabemos –o creemos saber– a quienes señala. El criptograma del título, en todo caso, es de otro orden.
Cuatro años después de Constelaciones y aún ocho después de Mundo anfibio (el último trabajo de estudio junto a su banda: los Azules Turquesas), Aristimuño decide sacar estas diez canciones nuevas en medio de la pandemia. Según su autor, es un disco de renacimiento: regreso a una intimidad, a su ensamble, a ese tapiz de instrumentos acústicos y programaciones. Una suerte de fojas cero. «Me habla mucho a mí, como si fuera un espejo –dice Lisandro. Esta vez yo no fui el que guio las canciones, sino que el disco me guio a mí».
Grabado mayormente en su estudio y producido por el propio Aristimuño, Criptograma –como su título lo indica– no es precisamente luminoso. Sombra 1, acaso la mejor canción del disco, trabaja con la idea del doble sobre una penumbrosa marcha de acordes menores. En el cierre, por otro lado, parece llevar el canto ancestral de la Baguala desde la punta jujeña hacia el lecho abisal del zoom o la videollamada. Como dice Martín Buscaglia: «resucitar debe doler».