En pleno confinamiento, Louta, la nueva joya del pop argentino, puso a prueba las fórmulas que lo consagraron con el lanzamiento de su tercer álbum. Así, 2030, que cuenta con la producción de Eduardo Cabra, se perfila como una de las novedades latinoamericanas más interesantes del año.
Qué: Disco (Sony Music)
A esta altura del siglo, destacar de un artista pop su eclecticismo es casi un lugar común. Una redundancia, incluso. Pero al escuchar a Louta, uno puede entender que hay distintas maneras de ponerse a jugar con los géneros, y que finalmente, su relevancia dependerá de cuánto se involucre el creador con el riesgo que decidió tomar.
Hay dos formas de dar un paso hacia delante: con los dos pies o con uno solo. En 2030, Louta eligió la segunda, dejando un pie apoyado en la zona de confort que construyó gracias a sus anteriores trabajos –Louta (2016) y Enchastre (2018). Esto le permitió vendarse los ojos y confiar en los nombres que lo acompañaron: en la producción aparece la firma de Eduardo Cabra –Visitante, ex Calle 13– y en las colaboraciones, las de Nico Cotton, Orodenbow, Alizzz y Mauro de Tomasso. Esto explica que el arco narrativo de 2030 incorpore elementos como el reggaetón, el trap, el funk y el hip-hop, y que en sus letras aparezcan referencias desde Carlos Gardel y Javier Bardem hasta Keith Richards.
De esta licuadora se destaca un puñado de canciones con potencial para protagonizar sus reconocidas performances en vivo, como Ámame, Marzo acá o Media hora. En definitiva, cada disco de Louta es una excusa para nutrir a sus shows con algo de música, porque sabemos que su libido va más allá y se mide, como todo artista pop que se precie, en el momento de salir a un escenario. ¿Cuánto falta para eso? Ni el propio Louta lo sabe.