Para su cuarto álbum, el grupo madrileño Cómo Vivir en el Campo ha dado el do de pecho, con su colección de canciones más panorámicas y poéticas hasta la fecha.
Qué: Disco (El Genio Equivocado)
Como si se hubiera metabolizado en una especie de eslabón perdido soft-funk entre Felt y Television, así es como se presenta Cómo Vivir en el Campo en su nuevo trabajo; sin duda alguna, el más redondo que ha entregado hasta la fecha. Pura ambrosía de sugestión onírica, donde la pausa es tan importante como siempre y la paciencia por alargar desarrollos eléctricos, en pos de la alucinación, gana más presencia que nunca. Ya sea en los más de seis minutos de Starry Belle o en la picazón disco de Por favor, mátame y Caudal, las coordenadas fluyen, jugando al paralelismo abstracto de sus contrastadas referencias.
Elegantes y aseados como Roxy Music, en la excelsa Malbaratada, y evocadores con arreglos cercanos a la ética Donosti Sound, de La partida, los de Pedro Arranz suenan más cristalinos que nunca. No hay socavones en este baño burbujeante de melodías cuajadas entre poesías de abolengo castizo pero ensoñadoras como los versos perdidos de un poeta maldito francés.
Por si a estas alturas quedara alguna duda de la excelencia cromática con la que ha sido elaborada tan delicioso cajón desastre pop, hay que decir también que son capaces de arrojarse al brío funk-tropicalista del formol con exquisiteces como Bodas, mientras en De búho a alondra abren la puerta de un castillo con habitaciones regentadas por Golpes Bajos, Young Marble Giants, los Talking Heads de Naked o Roldán. Precisamente, con estos últimos comparten ciertas similitudes en su manera de abordar los diferentes estados genéricos de la saudade emocional y también el hecho de haber firmado su obra capital en pleno año pandémico. Una vacuna de resultados fabulosamente satisfactorios.