Tras habernos dejado el año pasado un álbum tan rico y policromático como Cambio, la artista franco-venezolana conocida como La Chica retorna con siete nuevas invenciones de su particular laboratorio de variopinto formulario minimal.
Qué: Disco (French Tonic/Zamora)
Si hay algo que resalta a lo largo de esta nueva prueba de genio por parte de La Chica, es su capacidad para dejar en el hueso su visión panorámica del ejercicio experimental pop; eso sí, siempre fraguado dentro de contornos totalmente comerciales.
Como si se tratara de una especie de variable chamánica tribal de la Björk de Vespertine, es capaz de sacarse de la manga hallazgos como Agua. En otras como Loba, sus intenciones entran más dentro de un juego prácticamente pictórico en torno a una base avant-garde, que ella traduce bajo códigos pop naturistas. Pop selvático en versión reducida del cual es capaz de extraer auténticas gemas como Sol, donde también filtra su facilidad innata para concentrar el relieve armónico de sus bases instrumentales pianísticas, brumosas, tan conectadas a la expresión mínima de Erik Satie como al arrebato oscuro de los Bad Seeds.
En todo momento, La Chica traduce la fiereza emocional destilada a base de una salvaje lucha interior, contenida pero siempre reflejando tensión en la extraña atmósfera hilada para la ocasión. Una pieza, en apariencia menor, pero que se destapa como rotundo retrato de su apasionada personalidad musical. Sin duda, un puerto de entrada ideal hasta la obra de una artista, cuatro por cuatro, que aún tiene que ofrecer lo mejor de sí en futuros envites con la inspiración. Por ahora, disfrutemos de lo que hay, que es mucho y rico.
